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Comprar Vino de Domaine Matassa
Tom Lubbe no encaja en los moldes tradicionales del viticultor francés. Nacido en Nueva Zelanda, criado en Sudáfrica y con una profunda conexión con la cultura vinícola europea, su camino lo llevó a las colinas salvajes del Rosellón, donde fundó Matassa en 2003. En un rincón de Francia donde el sol golpea sin piedad y la tramontana barre los viñedos con furia, Lubbe ha construido, casi en solitario, una de las bodegas más fascinantes del mundo del vino natural.
Matassa no es solo una bodega; es un manifiesto de respeto absoluto por la tierra, la viña y la expresión más pura del terroir. Aquí no hay fórmulas preestablecidas ni intervenciones superfluas: solo un esfuerzo titánico por entender y realzar la esencia de cada parcela, cada cepa y cada añada. Lubbe no sigue modas ni dogmas, pero ha terminado convirtiéndose en uno de los grandes referentes del vino natural contemporáneo.
Un paraíso agreste para la viña
Ubicados en la Cataluña francesa, cerca de Perpiñán, los viñedos de Matassa se asientan en suelos pobres, mayormente de esquistos y calizas, con cepas centenarias de variedades autóctonas como Macabeo, Garnacha Gris y Cariñena. Viñas viejas, de rendimientos diminutos, que han sobrevivido a un clima extremo y que entregan vinos de una pureza arrebatadora.
Aquí, la viticultura es un ejercicio de paciencia y sensibilidad. Las viñas se trabajan en orgánico y biodinámico, sin herbicidas ni productos de síntesis. Todo se hace a mano, con una atención minuciosa que roza la obsesión. Lubbe cree firmemente que la clave está en el equilibrio natural de la viña y en la mínima intervención en bodega. “Menos es más” es el principio rector, pero lograrlo requiere una comprensión profunda de cada parcela y una destreza excepcional en la elaboración.
La expresión cruda del Rosellón
Los vinos de Matassa son radicales en su honestidad. No buscan impresionar con opulencia ni con artificios técnicos; más bien, capturan la vibrante energía del viñedo con una precisión casi quirúrgica. Lubbe fermenta con levaduras autóctonas, sin control de temperatura, sin correcciones ni clarificaciones. No hay madera nueva, no hay filtrados agresivos, sólo la lenta transformación de la uva en vino dentro de antiguos fudres o depósitos de cemento.
El resultado son vinos de una frescura insólita para el cálido sur de Francia. Blancos eléctricos, de acidez chispeante y texturas salinas, como el inconfundible Matassa Blanc, elaborado con Macabeo de viñas de más de 100 años. Tintos etéreos, casi traslúcidos, pero con una profundidad hipnótica, como el Cuvée Marguerite o el elegante Romanissa. Cada botella es un testimonio de que el Rosellón puede ofrecer mucho más que potentes vinos mediterráneos; puede ser un lugar de sutileza, precisión y pureza absoluta.
Más allá de las etiquetas
Matassa ha desafiado todas las expectativas. Lubbe llegó a esta tierra cuando el vino natural era una curiosidad marginal y lo transformó en un fenómeno global. Sin buscarlo, sin alardes, simplemente confiando en su instinto y en su visión. Hoy, sus vinos son codiciados en las mejores mesas del mundo, pero la filosofía sigue siendo la misma: agricultura regenerativa, mínima intervención y una devoción inquebrantable por la autenticidad.
En un mundo del vino cada vez más industrializado y homogeneizado, Matassa es un faro de independencia, de inconformismo y de belleza natural. Beber un vino de Matassa es entrar en contacto con lo esencial, con la tierra, con la historia de un lugar y con la pasión de un hombre que ha sabido escuchar y respetar la voz de la viña. Pocos lo logran con tanta verdad.
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Comprar Vino de Domaine Matassa
Tom Lubbe no encaja en los moldes tradicionales del viticultor francés. Nacido en Nueva Zelanda, criado en Sudáfrica y con una profunda conexión con la cultura vinícola europea, su camino lo llevó a las colinas salvajes del Rosellón, donde fundó Matassa en 2003. En un rincón de Francia donde el sol golpea sin piedad y la tramontana barre los viñedos con furia, Lubbe ha construido, casi en solitario, una de las bodegas más fascinantes del mundo del vino natural.
Matassa no es solo una bodega; es un manifiesto de respeto absoluto por la tierra, la viña y la expresión más pura del terroir. Aquí no hay fórmulas preestablecidas ni intervenciones superfluas: solo un esfuerzo titánico por entender y realzar la esencia de cada parcela, cada cepa y cada añada. Lubbe no sigue modas ni dogmas, pero ha terminado convirtiéndose en uno de los grandes referentes del vino natural contemporáneo.
Un paraíso agreste para la viña
Ubicados en la Cataluña francesa, cerca de Perpiñán, los viñedos de Matassa se asientan en suelos pobres, mayormente de esquistos y calizas, con cepas centenarias de variedades autóctonas como Macabeo, Garnacha Gris y Cariñena. Viñas viejas, de rendimientos diminutos, que han sobrevivido a un clima extremo y que entregan vinos de una pureza arrebatadora.
Aquí, la viticultura es un ejercicio de paciencia y sensibilidad. Las viñas se trabajan en orgánico y biodinámico, sin herbicidas ni productos de síntesis. Todo se hace a mano, con una atención minuciosa que roza la obsesión. Lubbe cree firmemente que la clave está en el equilibrio natural de la viña y en la mínima intervención en bodega. “Menos es más” es el principio rector, pero lograrlo requiere una comprensión profunda de cada parcela y una destreza excepcional en la elaboración.
La expresión cruda del Rosellón
Los vinos de Matassa son radicales en su honestidad. No buscan impresionar con opulencia ni con artificios técnicos; más bien, capturan la vibrante energía del viñedo con una precisión casi quirúrgica. Lubbe fermenta con levaduras autóctonas, sin control de temperatura, sin correcciones ni clarificaciones. No hay madera nueva, no hay filtrados agresivos, sólo la lenta transformación de la uva en vino dentro de antiguos fudres o depósitos de cemento.
El resultado son vinos de una frescura insólita para el cálido sur de Francia. Blancos eléctricos, de acidez chispeante y texturas salinas, como el inconfundible Matassa Blanc, elaborado con Macabeo de viñas de más de 100 años. Tintos etéreos, casi traslúcidos, pero con una profundidad hipnótica, como el Cuvée Marguerite o el elegante Romanissa. Cada botella es un testimonio de que el Rosellón puede ofrecer mucho más que potentes vinos mediterráneos; puede ser un lugar de sutileza, precisión y pureza absoluta.
Más allá de las etiquetas
Matassa ha desafiado todas las expectativas. Lubbe llegó a esta tierra cuando el vino natural era una curiosidad marginal y lo transformó en un fenómeno global. Sin buscarlo, sin alardes, simplemente confiando en su instinto y en su visión. Hoy, sus vinos son codiciados en las mejores mesas del mundo, pero la filosofía sigue siendo la misma: agricultura regenerativa, mínima intervención y una devoción inquebrantable por la autenticidad.
En un mundo del vino cada vez más industrializado y homogeneizado, Matassa es un faro de independencia, de inconformismo y de belleza natural. Beber un vino de Matassa es entrar en contacto con lo esencial, con la tierra, con la historia de un lugar y con la pasión de un hombre que ha sabido escuchar y respetar la voz de la viña. Pocos lo logran con tanta verdad.