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Bodegas Tradición
Jerez Xérès Sherry219,80€
208,81€/ud (-5%)
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Comprar Vino de Bodegas Tradición
Bodegas Tradición no es una bodega cualquiera. No lo es por el lugar que ocupa —en el casco histórico de Jerez de la Frontera, entre patios de cal blanca y bóvedas centenarias—, ni tampoco por su volumen de producción, que es más bien testimonial. Lo que la convierte en un caso único dentro del Marco de Jerez es su compromiso radical con el tiempo. Mientras muchas casas giraron hacia los estilos más jóvenes, más inmediatos, más fáciles, Tradición hizo justo lo contrario: se volcó exclusivamente en los vinos viejos. No “de crianza oxidativa prolongada”, no “con carácter maduro”. No: viejos de verdad. En muchos casos, vinos con más de 30, 40, 50 años de crianza, rescatados del olvido, devueltos a la vida.
Preservar antes que innovar - Una herencia del siglo XVII
Fundada en 1998 pero con raíces familiares que se remontan al siglo XVII, Tradición no nació para innovar, sino para preservar. Fue Joaquín Rivero, empresario y coleccionista, quien rescató el legado de su linaje —la antigua bodegas CZ, fundada en 1650— y lo reinventó con un objetivo: demostrar que el jerez viejo no era solo patrimonio de sacristía o rareza de museo, sino expresión viva, directa y tan vigente como un gran Burdeos o un Montrachet maduro. No quiso competir en volumen ni en marcas de supermercado. Prefirió hacer menos, pero hacerlo eterno.
Vinos longevos como única especialidad
En su catálogo apenas hay espacio para finos o manzanillas, con la única excepción del escasísimo Fino Tradición, una rareza dentro de la casa y producido en cantidades muy limitadas. No por desprecio, sino por definición: Tradición se dedica exclusivamente a vinos de crianza oxidativa prolongada y vinos dulces naturales de vejez extrema. Su gama principal incluye un Amontillado VORS, un Oloroso VORS, un Palo Cortado VORS y un Pedro Ximénez VORS. Cuatro estilos, cuatro vértices de una arquitectura en ruinas que aquí se vuelve palacio. Todos con certificación VORS (Very Old Rare Sherry), lo que implica una media mínima de 30 años de crianza, pero en la práctica suelen superar holgadamente esa cifra: el Amontillado roza los 45 años; el Oloroso, los 50.
Cata como liturgia - Una experiencia sensorial única
La experiencia de catar en Tradición es casi litúrgica. El Amontillado golpea con una energía seca y punzante, donde la salinidad se mezcla con notas de avellana tostada, caldo de carne y maderas nobles. El Oloroso es más profundo, más oscuro, con registros de tabaco negro, cuero viejo, nuez moscada y ese fondo casi animal que solo da el tiempo. El Palo Cortado, esa categoría esquiva que parece jugar al escondite entre el Amontillado y el Oloroso, es aquí un equilibrio prodigioso de tensión y profundidad. Y el Pedro Ximénez, lejos del dulzor empalagoso habitual, ofrece aquí un perfil más sobrio, más amargo, más adulto, con notas de café, regaliz, higos secos y chocolate negro al 90%.
Coherencia absoluta, también en brandy y embotellado
Una de las cosas más sorprendentes de Tradición es su capacidad para hacer vinos con alma sin caer en la nostalgia. No es una bodega que idealice el pasado, sino que lo conserva con la severidad de un monje y la precisión de un relojero. Por eso, cuando en 2008 decidieron incorporar una pequeña producción de brandy de Jerez, lo hicieron bajo los mismos principios: soleras antiguas, alcoholes nobles, largas crianzas en roble. Sin maquillaje, sin azúcar añadido, sin concesiones.
Incluso su política de embotellado revela esa fidelidad extrema al carácter original del vino. Se embotella solo bajo pedido, en lotes limitados, para evitar que los vinos envejezcan fuera de su ecosistema natural. Nada de filtrados severos, nada de estabilización en frío, y mucho menos colorantes o mezclas de última hora. El resultado son vinos densos, punzantes, largos como un eco.
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Comprar Vino de Bodegas Tradición
Bodegas Tradición no es una bodega cualquiera. No lo es por el lugar que ocupa —en el casco histórico de Jerez de la Frontera, entre patios de cal blanca y bóvedas centenarias—, ni tampoco por su volumen de producción, que es más bien testimonial. Lo que la convierte en un caso único dentro del Marco de Jerez es su compromiso radical con el tiempo. Mientras muchas casas giraron hacia los estilos más jóvenes, más inmediatos, más fáciles, Tradición hizo justo lo contrario: se volcó exclusivamente en los vinos viejos. No “de crianza oxidativa prolongada”, no “con carácter maduro”. No: viejos de verdad. En muchos casos, vinos con más de 30, 40, 50 años de crianza, rescatados del olvido, devueltos a la vida.
Preservar antes que innovar - Una herencia del siglo XVII
Fundada en 1998 pero con raíces familiares que se remontan al siglo XVII, Tradición no nació para innovar, sino para preservar. Fue Joaquín Rivero, empresario y coleccionista, quien rescató el legado de su linaje —la antigua bodegas CZ, fundada en 1650— y lo reinventó con un objetivo: demostrar que el jerez viejo no era solo patrimonio de sacristía o rareza de museo, sino expresión viva, directa y tan vigente como un gran Burdeos o un Montrachet maduro. No quiso competir en volumen ni en marcas de supermercado. Prefirió hacer menos, pero hacerlo eterno.
Vinos longevos como única especialidad
En su catálogo apenas hay espacio para finos o manzanillas, con la única excepción del escasísimo Fino Tradición, una rareza dentro de la casa y producido en cantidades muy limitadas. No por desprecio, sino por definición: Tradición se dedica exclusivamente a vinos de crianza oxidativa prolongada y vinos dulces naturales de vejez extrema. Su gama principal incluye un Amontillado VORS, un Oloroso VORS, un Palo Cortado VORS y un Pedro Ximénez VORS. Cuatro estilos, cuatro vértices de una arquitectura en ruinas que aquí se vuelve palacio. Todos con certificación VORS (Very Old Rare Sherry), lo que implica una media mínima de 30 años de crianza, pero en la práctica suelen superar holgadamente esa cifra: el Amontillado roza los 45 años; el Oloroso, los 50.
Cata como liturgia - Una experiencia sensorial única
La experiencia de catar en Tradición es casi litúrgica. El Amontillado golpea con una energía seca y punzante, donde la salinidad se mezcla con notas de avellana tostada, caldo de carne y maderas nobles. El Oloroso es más profundo, más oscuro, con registros de tabaco negro, cuero viejo, nuez moscada y ese fondo casi animal que solo da el tiempo. El Palo Cortado, esa categoría esquiva que parece jugar al escondite entre el Amontillado y el Oloroso, es aquí un equilibrio prodigioso de tensión y profundidad. Y el Pedro Ximénez, lejos del dulzor empalagoso habitual, ofrece aquí un perfil más sobrio, más amargo, más adulto, con notas de café, regaliz, higos secos y chocolate negro al 90%.
Coherencia absoluta, también en brandy y embotellado
Una de las cosas más sorprendentes de Tradición es su capacidad para hacer vinos con alma sin caer en la nostalgia. No es una bodega que idealice el pasado, sino que lo conserva con la severidad de un monje y la precisión de un relojero. Por eso, cuando en 2008 decidieron incorporar una pequeña producción de brandy de Jerez, lo hicieron bajo los mismos principios: soleras antiguas, alcoholes nobles, largas crianzas en roble. Sin maquillaje, sin azúcar añadido, sin concesiones.
Incluso su política de embotellado revela esa fidelidad extrema al carácter original del vino. Se embotella solo bajo pedido, en lotes limitados, para evitar que los vinos envejezcan fuera de su ecosistema natural. Nada de filtrados severos, nada de estabilización en frío, y mucho menos colorantes o mezclas de última hora. El resultado son vinos densos, punzantes, largos como un eco.