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Comprar Vino de Succés Vinícola
En las estribaciones del sistema prelitoral catalán, a una altitud que oscila entre los 350 y 800 metros, se extienden los viñedos de una región que parece estar siempre al margen, en silencio, pero con una fuerza telúrica que impregna cada racimo. Hablamos de la Conca de Barberà, una denominación que durante años vivió a la sombra de sus vecinas más famosas —Priorat, Penedès, Montsant— pero que hoy, gracias al empuje de jóvenes viticultores, se reivindica como un lugar de autenticidad, frescura y mirada larga. En el epicentro de este renacer está Succés Vinícola, el proyecto de Mariona Vendrell y Albert Canela, dos nombres que ya no necesitan presentación entre los amantes del vino con alma.
Juventud sin permiso
La historia de Succés Vinícola empieza en 2011, cuando ambos fundadores apenas superaban los veinte años. Lejos de querer imitar fórmulas o estilos ajenos, se volcaron desde el principio en recuperar viñas familiares, entender su paisaje, y elaborar vinos que hablaran con franqueza del lugar. Lo hicieron con una variedad casi olvidada: la Trepat, uva tinta autóctona de la Conca, tradicionalmente destinada a rosados ligeros o base de cava. Pero en manos de Mariona y Albert, la Trepat se transforma en algo mucho más profundo: vinos de altura, de especia sutil, de tensión y trazo fino, que poco tienen que envidiar al Pinot Noir borgoñón en cuanto a elegancia y capacidad de matiz.
Viñas viejas, reglas nuevas
El viñedo aquí es otro protagonista. Las cepas, muchas de ellas en vaso y con edades que superan los 80 años, están plantadas sobre suelos de pizarra, arcilla calcárea y margas, con exposiciones variadas y a menudo en terrazas. La orografía es caprichosa y obliga al viticultor a leer cada parcela como si fuese un poema fragmentado. En este entorno, el clima mediterráneo con fuerte influencia continental genera una oscilación térmica clave: días calurosos, noches frescas, que permiten maduraciones lentas y conservan intacta la acidez natural. En la vendimia, cada decisión se convierte en un acto de fe y precisión.
Sin trucos, sin maquillaje
En la bodega, la intervención es mínima. Las fermentaciones son espontáneas, los sulfitos se emplean con mesura, y las crianzas se hacen en barricas viejas, ánforas o depósitos de cemento, según el carácter de cada vino. No hay recetas, pero sí una lógica interna que se repite: respetar el fruto, amplificar el terroir, huir del artificio. De ahí salen vinos como El Mentider, un Trepat que rompe con la idea del tinto ligero y ofrece profundidad, estructura y una aromática de pimienta blanca y cereza ácida. O La Cuca de Llum, otro Trepat que se aleja de los clichés de ligereza y se presenta con una tensión eléctrica, entre fruta roja ácida y un fondo especiado que parece respirar la montaña a través del vino.
Etiquetas que gritan
Uno de los detalles más fascinantes de Succés Vinícola es su manera de nombrar y contar los vinos. El lenguaje que utilizan en las etiquetas no es el habitual. Hay ironía, memoria y una especie de rebeldía poética: títulos como Experiència, El Pedregal o El Corrià, que más que marcas son microcuentos encapsulados en botella. Porque para Mariona y Albert, hacer vino no es solo un trabajo agrícola ni una labor enológica: es una manera de narrar lo que otros han olvidado, de sostener un relato colectivo sobre una tierra que se ha pasado demasiado tiempo callada.
Revolución en voz baja
Aunque han pasado más de diez años desde su fundación, Succés Vinícola sigue siendo un proyecto profundamente artesanal, de pequeña escala, donde cada añada es distinta y cada decisión cuenta. No hay líneas de producción, ni segmentación de mercado, ni etiquetas diseñadas por algoritmos. Pero sí hay convicción. La convicción de que en esta comarca aparentemente modesta, con pueblos que parecen suspendidos en el tiempo y colinas que se incendian de luz al atardecer, puede surgir una de las revoluciones más discretas pero decisivas del vino catalán contemporáneo.
Muchos de los vinos de Succés Vinícola no buscan gustar a todo el mundo. Son vinos con filo, con relieve, con una cierta aspereza emocional. Pero quien se sumerge en ellos con atención descubre algo difícil de encontrar: verdad sin maquillaje, emoción sin retórica. Como dice Albert en más de una entrevista: “El Trepat no necesita defenderse, solo necesita que lo escuchen”.
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Comprar Vino de Succés Vinícola
En las estribaciones del sistema prelitoral catalán, a una altitud que oscila entre los 350 y 800 metros, se extienden los viñedos de una región que parece estar siempre al margen, en silencio, pero con una fuerza telúrica que impregna cada racimo. Hablamos de la Conca de Barberà, una denominación que durante años vivió a la sombra de sus vecinas más famosas —Priorat, Penedès, Montsant— pero que hoy, gracias al empuje de jóvenes viticultores, se reivindica como un lugar de autenticidad, frescura y mirada larga. En el epicentro de este renacer está Succés Vinícola, el proyecto de Mariona Vendrell y Albert Canela, dos nombres que ya no necesitan presentación entre los amantes del vino con alma.
Juventud sin permiso
La historia de Succés Vinícola empieza en 2011, cuando ambos fundadores apenas superaban los veinte años. Lejos de querer imitar fórmulas o estilos ajenos, se volcaron desde el principio en recuperar viñas familiares, entender su paisaje, y elaborar vinos que hablaran con franqueza del lugar. Lo hicieron con una variedad casi olvidada: la Trepat, uva tinta autóctona de la Conca, tradicionalmente destinada a rosados ligeros o base de cava. Pero en manos de Mariona y Albert, la Trepat se transforma en algo mucho más profundo: vinos de altura, de especia sutil, de tensión y trazo fino, que poco tienen que envidiar al Pinot Noir borgoñón en cuanto a elegancia y capacidad de matiz.
Viñas viejas, reglas nuevas
El viñedo aquí es otro protagonista. Las cepas, muchas de ellas en vaso y con edades que superan los 80 años, están plantadas sobre suelos de pizarra, arcilla calcárea y margas, con exposiciones variadas y a menudo en terrazas. La orografía es caprichosa y obliga al viticultor a leer cada parcela como si fuese un poema fragmentado. En este entorno, el clima mediterráneo con fuerte influencia continental genera una oscilación térmica clave: días calurosos, noches frescas, que permiten maduraciones lentas y conservan intacta la acidez natural. En la vendimia, cada decisión se convierte en un acto de fe y precisión.
Sin trucos, sin maquillaje
En la bodega, la intervención es mínima. Las fermentaciones son espontáneas, los sulfitos se emplean con mesura, y las crianzas se hacen en barricas viejas, ánforas o depósitos de cemento, según el carácter de cada vino. No hay recetas, pero sí una lógica interna que se repite: respetar el fruto, amplificar el terroir, huir del artificio. De ahí salen vinos como El Mentider, un Trepat que rompe con la idea del tinto ligero y ofrece profundidad, estructura y una aromática de pimienta blanca y cereza ácida. O La Cuca de Llum, otro Trepat que se aleja de los clichés de ligereza y se presenta con una tensión eléctrica, entre fruta roja ácida y un fondo especiado que parece respirar la montaña a través del vino.
Etiquetas que gritan
Uno de los detalles más fascinantes de Succés Vinícola es su manera de nombrar y contar los vinos. El lenguaje que utilizan en las etiquetas no es el habitual. Hay ironía, memoria y una especie de rebeldía poética: títulos como Experiència, El Pedregal o El Corrià, que más que marcas son microcuentos encapsulados en botella. Porque para Mariona y Albert, hacer vino no es solo un trabajo agrícola ni una labor enológica: es una manera de narrar lo que otros han olvidado, de sostener un relato colectivo sobre una tierra que se ha pasado demasiado tiempo callada.
Revolución en voz baja
Aunque han pasado más de diez años desde su fundación, Succés Vinícola sigue siendo un proyecto profundamente artesanal, de pequeña escala, donde cada añada es distinta y cada decisión cuenta. No hay líneas de producción, ni segmentación de mercado, ni etiquetas diseñadas por algoritmos. Pero sí hay convicción. La convicción de que en esta comarca aparentemente modesta, con pueblos que parecen suspendidos en el tiempo y colinas que se incendian de luz al atardecer, puede surgir una de las revoluciones más discretas pero decisivas del vino catalán contemporáneo.
Muchos de los vinos de Succés Vinícola no buscan gustar a todo el mundo. Son vinos con filo, con relieve, con una cierta aspereza emocional. Pero quien se sumerge en ellos con atención descubre algo difícil de encontrar: verdad sin maquillaje, emoción sin retórica. Como dice Albert en más de una entrevista: “El Trepat no necesita defenderse, solo necesita que lo escuchen”.
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