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Comprar Vino de Julien Brocard
Chablis se encuentra en el extremo norte de Borgoña, casi al borde de lo que el viñedo francés consideraría cultivable. Aquí, a poco más de 150 km al sureste de París, la vid vive en el límite, entre primaveras impredecibles, otoños fríos y un suelo que es casi más mar que tierra. En esta franja septentrional, donde la uva Chardonnay adquiere una expresión radicalmente distinta a la de sus hermanas del sur borgoñón, nace uno de los blancos más reconocibles del mundo. No por potencia, sino por precisión. No por opulencia, sino por energía.
Un suelo marino - El Kimmeridgiense
El subsuelo del Chablisien es Kimmeridgiense, una mezcla de caliza, arcilla y fósiles marinos comprimidos durante millones de años. Ostras, moluscos, caparazones de animales prehistóricos: todo eso forma parte del suelo donde se hunden las raíces. Y es precisamente ese suelo el que confiere al vino su mineralidad afilada, su tensión salina y su longevidad inesperada. No hay otro Chardonnay en el mundo que sepa como el de Chablis, y eso es en gran parte gracias a lo que ocurre bajo tierra.
Julien Brocard - La segunda fermentación de un legado
En ese paisaje aparentemente modesto, Julien Brocard ha reconfigurado la forma de mirar el viñedo. Hijo de Jean-Marc Brocard, uno de los grandes nombres del Chablis moderno, Julien Brocard representa una especie de “segunda fermentación” del proyecto familiar. Pero su aproximación ha sido deliberadamente diferente. Si su padre construyó un imperio vitícola desde la tradición y la expansión, Julien Brocard ha preferido el camino de la introspección, el silencio del viñedo y el trabajo orgánico y biodinámico como herramienta de expresión.
Biodinámica como forma de escucha
Desde el año 1997, Julien Brocard se ha enfocado en convertir sus parcelas a la biodinámica, no como moda ni como estrategia de marketing, sino como forma de devolver al viñedo su ritmo y su voz. Cree que el suelo debe estar vivo para que la uva también lo esté. Su filosofía se traduce en una viticultura sin químicos de síntesis, en el uso de preparados naturales, en la observación de los ciclos lunares, y en una vendimia manual cuidadosa que busca captar no sólo el estado sanitario de la uva, sino su vibración interna.
La Boissonneuse - Una parcela que susurra
Uno de los vinos más emblemáticos de Julien Brocard es el Chablis Boissonneuse, una parcela cultivada en biodinámica desde hace más de dos décadas. Este vino ha adquirido estatus casi mítico entre los aficionados, por su capacidad de reunir estructura y delicadeza, volumen y transparencia. La Boissonneuse no es un Chablis para el que espera frutas exóticas o roble marcado. Es, en cambio, un vino que se mueve como una corriente subterránea: con fuerza, pero sin ruido. Un perfil de lima, flor blanca, tiza molida y un leve eco de almendra amarga en el final.
Vinificación sin dogmas, pero con convicción
Julien Brocard no utiliza barricas nuevas. Prefiere los foudres grandes y los depósitos de acero inoxidable, dependiendo del perfil del año. No hay fórmulas rígidas, pero sí una constante: respetar la identidad del lugar. El vino no se construye en bodega, sino que se acompaña. Y en eso Julien Brocard es más pastor que arquitecto. También experimenta con levaduras indígenas, maceraciones breves y sulfitos en dosis mínimas. Su objetivo no es la pureza técnica, sino la honestidad gustativa.
En una añada como la 2021, marcada por las heladas primaverales devastadoras, la producción fue escasa, pero el resultado fue excepcional: vinos eléctricos, verticales, con una mineralidad que casi corta la lengua. Julien Brocard no se queja. Acepta lo que el año le da. Dice que el problema no es que haya años malos, sino que nos hayamos acostumbrado a que todo debe ser abundante y predecible.
Una nueva mirada sobre Chablis
Chablis, como región, ha vivido una reevaluación silenciosa en los últimos 15 años. Durante décadas fue un lugar de blancos frescos y accesibles, pero muchas veces impersonales, especialmente en las zonas más planas del Petit Chablis. Sin embargo, con la llegada de una nueva generación, de la cual Julien Brocard es uno de los abanderados, se ha vuelto a mirar hacia los climats históricos, hacia los viejos métodos, hacia la paciencia. Se ha empezado a hablar del Chablis como se habla de los grandes vinos: con respeto, pero también con emoción.
Julien Brocard ha llegado incluso a plantar cepas a altitudes superiores a las tradicionales, en zonas más frías, anticipándose al cambio climático. No lo hace por rebeldía, sino por coherencia ecológica. En sus palabras, "el vino debe tener futuro, pero no a costa del viñedo". En cada botella de su Chablis hay un gesto de resistencia, una búsqueda de belleza sin ornamentos, una especie de geografía líquida.
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Comprar Vino de Julien Brocard
Chablis se encuentra en el extremo norte de Borgoña, casi al borde de lo que el viñedo francés consideraría cultivable. Aquí, a poco más de 150 km al sureste de París, la vid vive en el límite, entre primaveras impredecibles, otoños fríos y un suelo que es casi más mar que tierra. En esta franja septentrional, donde la uva Chardonnay adquiere una expresión radicalmente distinta a la de sus hermanas del sur borgoñón, nace uno de los blancos más reconocibles del mundo. No por potencia, sino por precisión. No por opulencia, sino por energía.
Un suelo marino - El Kimmeridgiense
El subsuelo del Chablisien es Kimmeridgiense, una mezcla de caliza, arcilla y fósiles marinos comprimidos durante millones de años. Ostras, moluscos, caparazones de animales prehistóricos: todo eso forma parte del suelo donde se hunden las raíces. Y es precisamente ese suelo el que confiere al vino su mineralidad afilada, su tensión salina y su longevidad inesperada. No hay otro Chardonnay en el mundo que sepa como el de Chablis, y eso es en gran parte gracias a lo que ocurre bajo tierra.
Julien Brocard - La segunda fermentación de un legado
En ese paisaje aparentemente modesto, Julien Brocard ha reconfigurado la forma de mirar el viñedo. Hijo de Jean-Marc Brocard, uno de los grandes nombres del Chablis moderno, Julien Brocard representa una especie de “segunda fermentación” del proyecto familiar. Pero su aproximación ha sido deliberadamente diferente. Si su padre construyó un imperio vitícola desde la tradición y la expansión, Julien Brocard ha preferido el camino de la introspección, el silencio del viñedo y el trabajo orgánico y biodinámico como herramienta de expresión.
Biodinámica como forma de escucha
Desde el año 1997, Julien Brocard se ha enfocado en convertir sus parcelas a la biodinámica, no como moda ni como estrategia de marketing, sino como forma de devolver al viñedo su ritmo y su voz. Cree que el suelo debe estar vivo para que la uva también lo esté. Su filosofía se traduce en una viticultura sin químicos de síntesis, en el uso de preparados naturales, en la observación de los ciclos lunares, y en una vendimia manual cuidadosa que busca captar no sólo el estado sanitario de la uva, sino su vibración interna.
La Boissonneuse - Una parcela que susurra
Uno de los vinos más emblemáticos de Julien Brocard es el Chablis Boissonneuse, una parcela cultivada en biodinámica desde hace más de dos décadas. Este vino ha adquirido estatus casi mítico entre los aficionados, por su capacidad de reunir estructura y delicadeza, volumen y transparencia. La Boissonneuse no es un Chablis para el que espera frutas exóticas o roble marcado. Es, en cambio, un vino que se mueve como una corriente subterránea: con fuerza, pero sin ruido. Un perfil de lima, flor blanca, tiza molida y un leve eco de almendra amarga en el final.
Vinificación sin dogmas, pero con convicción
Julien Brocard no utiliza barricas nuevas. Prefiere los foudres grandes y los depósitos de acero inoxidable, dependiendo del perfil del año. No hay fórmulas rígidas, pero sí una constante: respetar la identidad del lugar. El vino no se construye en bodega, sino que se acompaña. Y en eso Julien Brocard es más pastor que arquitecto. También experimenta con levaduras indígenas, maceraciones breves y sulfitos en dosis mínimas. Su objetivo no es la pureza técnica, sino la honestidad gustativa.
En una añada como la 2021, marcada por las heladas primaverales devastadoras, la producción fue escasa, pero el resultado fue excepcional: vinos eléctricos, verticales, con una mineralidad que casi corta la lengua. Julien Brocard no se queja. Acepta lo que el año le da. Dice que el problema no es que haya años malos, sino que nos hayamos acostumbrado a que todo debe ser abundante y predecible.
Una nueva mirada sobre Chablis
Chablis, como región, ha vivido una reevaluación silenciosa en los últimos 15 años. Durante décadas fue un lugar de blancos frescos y accesibles, pero muchas veces impersonales, especialmente en las zonas más planas del Petit Chablis. Sin embargo, con la llegada de una nueva generación, de la cual Julien Brocard es uno de los abanderados, se ha vuelto a mirar hacia los climats históricos, hacia los viejos métodos, hacia la paciencia. Se ha empezado a hablar del Chablis como se habla de los grandes vinos: con respeto, pero también con emoción.
Julien Brocard ha llegado incluso a plantar cepas a altitudes superiores a las tradicionales, en zonas más frías, anticipándose al cambio climático. No lo hace por rebeldía, sino por coherencia ecológica. En sus palabras, "el vino debe tener futuro, pero no a costa del viñedo". En cada botella de su Chablis hay un gesto de resistencia, una búsqueda de belleza sin ornamentos, una especie de geografía líquida.