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Comprar Vino de Domaines Ott
En pleno corazón de la Provenza, donde el aroma de la lavanda se mezcla con la brisa marina y el sol baña los viñedos con su luz dorada, se encuentra Domaines Ott. Es un lugar que parece sacado de un sueño, donde la naturaleza y la pasión por el vino han tejido una historia que se remonta a más de un siglo.
Con el paso de los años, la familia Ott amplió su legado con la adquisición de Clos Mireille en 1936, una finca frente al mar donde las viñas crecen casi tocando la espuma de las olas. Años después, en 1956, incorporaron Château Romassan, en la denominación de Bandol, conocido por sus potentes y elegantes tintos de Mourvèdre.
Hoy en día, bajo la dirección de Jean-François Ott, la cuarta generación de la familia sigue cultivando la tradición con el mismo respeto por la tierra y la misma pasión por el vino que su fundador. Y es que, cuando pruebas un rosado de Domaines Ott, no solo bebes vino, sino también historia, dedicación y un pedazo de la Provenza en cada copa.
Viñedos
Domaines Ott no es una bodega cualquiera; es un tributo a la diversidad de la Provenza. Sus viñedos, repartidos entre tres fincas con personalidades distintas, reflejan lo mejor de esta tierra mágica: Château de Selle, situado en Taradeau, este viñedo de 93 hectáreas se asienta sobre colinas de suelos calcáreos y arcillosos, con un drenaje perfecto para producir vinos elegantes y complejos. Aquí, las variedades como Garnacha, Cinsault y Syrah se expresan con finura y frescura; Clos Mireille. Si alguna vez has visto un viñedo que parece tocar el mar, es este. Con 56 hectáreas en La Londe Les Maures, la brisa marina y los suelos de esquisto y cuarzo aportan a los vinos una salinidad y un carácter mineral que los hacen inconfundibles. Ideal para blancos vibrantes y rosados con alma mediterránea; y Château Romassan. En el corazón de Bandol, las 83 hectáreas de este viñedo se despliegan en terrazas sobre suelos calcáreos y margosos. Es el reino de la Mourvèdre, la uva reina de Bandol, que da lugar a tintos profundos y estructurados, con un potencial de guarda excepcional.
Pero más allá de los números, lo que hace especial a Domaines Ott es su compromiso con la tierra. La viticultura aquí es un arte paciente: no se utilizan productos químicos agresivos, se respeta el ciclo natural del suelo y se fomenta la biodiversidad. Cada cepa se trabaja a mano, con la atención que merece una obra de arte.
Filosofía
En Domaines Ott, hacer vino no es solo un proceso técnico, es una cuestión de alma. Desde el viñedo hasta la bodega, cada detalle se cuida con el objetivo de extraer lo mejor de cada uva, sin artificios ni atajos.
La vinificación aquí sigue un principio claro: preservar la pureza de la fruta. La uva se vendimia manualmente en su punto óptimo de madurez, se prensa suavemente y se fermenta en condiciones controladas para conservar su frescura y expresividad. No hay intervenciones innecesarias; el vino se deja hablar por sí mismo.
El resultado son vinos con una identidad inconfundible. Los rosados, por ejemplo, no son simples vinos de verano; son el alma de la Provenza embotellada. Elegantes, estructurados, con una mineralidad que les otorga profundidad y un equilibrio que los hace inolvidables.
En definitiva, Domaines Ott no busca seguir tendencias ni producir vinos comerciales. Su filosofía es clara: crear vinos que reflejen la autenticidad de su terroir, con el respeto y la pasión que solo una familia con más de un siglo de historia puede aportar. Y cuando descorchas una de sus botellas, lo entiendes. Porque en cada sorbo hay un pedazo de Provenza, un guiño a la tradición y una invitación a disfrutar la vida con calma, copa en mano y buena compañía.
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Con el paso de los años, la familia Ott amplió su legado con la adquisición de Clos Mireille en 1936, una finca frente al mar donde las viñas crecen casi tocando la espuma de las olas. Años después, en 1956, incorporaron Château Romassan, en la denominación de Bandol, conocido por sus potentes y elegantes tintos de Mourvèdre.
Hoy en día, bajo la dirección de Jean-François Ott, la cuarta generación de la familia sigue cultivando la tradición con el mismo respeto por la tierra y la misma pasión por el vino que su fundador. Y es que, cuando pruebas un rosado de Domaines Ott, no solo bebes vino, sino también historia, dedicación y un pedazo de la Provenza en cada copa.
Viñedos
Domaines Ott no es una bodega cualquiera; es un tributo a la diversidad de la Provenza. Sus viñedos, repartidos entre tres fincas con personalidades distintas, reflejan lo mejor de esta tierra mágica: Château de Selle, situado en Taradeau, este viñedo de 93 hectáreas se asienta sobre colinas de suelos calcáreos y arcillosos, con un drenaje perfecto para producir vinos elegantes y complejos. Aquí, las variedades como Garnacha, Cinsault y Syrah se expresan con finura y frescura; Clos Mireille. Si alguna vez has visto un viñedo que parece tocar el mar, es este. Con 56 hectáreas en La Londe Les Maures, la brisa marina y los suelos de esquisto y cuarzo aportan a los vinos una salinidad y un carácter mineral que los hacen inconfundibles. Ideal para blancos vibrantes y rosados con alma mediterránea; y Château Romassan. En el corazón de Bandol, las 83 hectáreas de este viñedo se despliegan en terrazas sobre suelos calcáreos y margosos. Es el reino de la Mourvèdre, la uva reina de Bandol, que da lugar a tintos profundos y estructurados, con un potencial de guarda excepcional.
Pero más allá de los números, lo que hace especial a Domaines Ott es su compromiso con la tierra. La viticultura aquí es un arte paciente: no se utilizan productos químicos agresivos, se respeta el ciclo natural del suelo y se fomenta la biodiversidad. Cada cepa se trabaja a mano, con la atención que merece una obra de arte.
Filosofía
En Domaines Ott, hacer vino no es solo un proceso técnico, es una cuestión de alma. Desde el viñedo hasta la bodega, cada detalle se cuida con el objetivo de extraer lo mejor de cada uva, sin artificios ni atajos.
La vinificación aquí sigue un principio claro: preservar la pureza de la fruta. La uva se vendimia manualmente en su punto óptimo de madurez, se prensa suavemente y se fermenta en condiciones controladas para conservar su frescura y expresividad. No hay intervenciones innecesarias; el vino se deja hablar por sí mismo.
El resultado son vinos con una identidad inconfundible. Los rosados, por ejemplo, no son simples vinos de verano; son el alma de la Provenza embotellada. Elegantes, estructurados, con una mineralidad que les otorga profundidad y un equilibrio que los hace inolvidables.
En definitiva, Domaines Ott no busca seguir tendencias ni producir vinos comerciales. Su filosofía es clara: crear vinos que reflejen la autenticidad de su terroir, con el respeto y la pasión que solo una familia con más de un siglo de historia puede aportar. Y cuando descorchas una de sus botellas, lo entiendes. Porque en cada sorbo hay un pedazo de Provenza, un guiño a la tradición y una invitación a disfrutar la vida con calma, copa en mano y buena compañía.