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Comprar Vino de Quinta Sardonia
En una franja fronteriza entre Castilla y León y Castilla-La Mancha, justo en el límite occidental de la Denominación de Origen Ribera del Duero —pero fuera de sus estrictas delimitaciones—, se asienta Quinta Sardonia, un proyecto vitivinícola que desde sus inicios se planteó desafiar las convenciones del vino castellano. Fundada en el año 1998 bajo la mirada visionaria de Peter Sisseck, el mismo enólogo danés que años antes revolucionó la región con Dominio de Pingus, esta bodega apostó por un modelo completamente distinto: cultivar el vino desde la armonía con la biodiversidad, la altitud y el respeto al suelo, sin depender de etiquetas oficiales para validarse.
Una finca con altura (literal y enológica)
Quinta Sardonia se sitúa en el valle del Duero, pero unos metros más allá de la línea que marca la D.O. Esto ha sido, más que una limitación, una bendición. Les ha permitido trabajar con una libertad enológica inusual, eludiendo normativas restrictivas para poder experimentar con variedades francesas, prácticas biodinámicas y ensamblajes complejos. La finca se extiende sobre 20 hectáreas de viñedo en terrazas, situadas entre los 760 y los 863 metros de altitud, con pendientes orientadas al norte y al oeste, lo que confiere al viñedo una ventilación constante y una exposición solar moderada. Aquí el Duero no es solo un accidente geográfico, sino un regulador térmico esencial, que junto al viento del oeste aporta frescura incluso en los veranos más rigurosos.
Suelos vivos, vinos con carácter
El suelo es un mosaico. Calizas activas, margas, arcillas rojas y cantos rodados, intercalados en capas milenarias que obligan a las raíces de las cepas a profundizar buscando nutrientes. Cada parcela se vinifica por separado, respetando la personalidad del terroir, con un enfoque casi quirúrgico. La influencia del pensamiento biodinámico no es cosmética: se rige por los calendarios lunares, se aplican preparados homeopáticos al viñedo y se evita toda intervención química de síntesis. El viñedo se entiende como un organismo vivo donde cada planta, cada insecto y cada hongo tiene su función.
El vino estrella y cómo lo hacen
El vino insignia de la bodega, Quinta Sardonia, no se encierra en una única variedad. Es un assemblage sofisticado en el que predomina el Tempranillo (Tinto Fino), pero con aportes cruciales de Cabernet Sauvignon, Syrah, Petit Verdot, Cabernet Franc y Malbec, entre otras. Cada vendimia es una nueva ecuación, una búsqueda de equilibrio entre madurez fenólica, acidez natural y trazabilidad del suelo. A diferencia del modelo clásico de Ribera, aquí no se busca volumen, sino precisión, verticalidad y longevidad.
Crianza sin reglas fijas
Los vinos son fermentados con levaduras autóctonas y criados en barricas francesas de distintas capacidades, con una preferencia clara por el uso de madera de segundo o tercer uso, lo que permite que el vino respire sin enmascarar su origen. La crianza no sigue un guión rígido: puede ir desde los 14 hasta los 24 meses, dependiendo de la estructura de la añada. En boca, Quinta Sardonia se muestra como una sinfonía de capas : grosella negra, ciruela madura, notas balsámicas, grafito, y ese nervio fresco que sólo se consigue con una viticultura de altura bien entendida.
Filosofía, equipo y evolución
Desde hace años, la bodega pertenece al grupo Terras Gauda, pero la filosofía original se ha mantenido intacta. Es más, se ha profundizado. Hoy en día, el equipo técnico está liderado por Jerôme Bougnaud, un enólogo francés que ha desarrollado buena parte de su carrera en España, y que ha sido fundamental en perfilar la elegancia mineral de los vinos actuales. Según Bougnaud, “ el secreto no está en la variedad, sino en cómo la planta dialoga con el lugar ”. Bajo esa premisa, han nacido vinos como Sardon, una etiqueta más accesible pero igualmente fiel a la identidad del viñedo, que ha servido como puerta de entrada a una nueva generación de aficionados.
Quinta Sardonia hoy: libre, precisa y sin miedo
La libertad creativa que otorga no pertenecer a una D.O. ha convertido a Quinta Sardonia en un referente del vino de autor en la meseta norte, y su influencia se siente en muchos jóvenes proyectos que, inspirados por su ejemplo, se han atrevido a explorar el Duero desde sus márgenes. No hay que buscar aquí la fuerza primaria de los tintos ribereños ni la dulzura envolvente del vino moderno. Aquí lo que se ofrece es tensión, textura, profundidad y una lectura precisa del viñedo. No es un vino para todos los días, pero sí para quien quiera entender cómo el Duero se puede interpretar más allá de la norma, con una mirada libre y radicalmente coherente.
Quinta Sardonia no necesita escudos oficiales ni etiquetas de prestigio: su reputación se forja botella a botella, en el paladar de quienes valoran los matices más sutiles de la tierra, el clima y el alma humana que los transforma en vino.
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Comprar Vino de Quinta Sardonia
En una franja fronteriza entre Castilla y León y Castilla-La Mancha, justo en el límite occidental de la Denominación de Origen Ribera del Duero —pero fuera de sus estrictas delimitaciones—, se asienta Quinta Sardonia, un proyecto vitivinícola que desde sus inicios se planteó desafiar las convenciones del vino castellano. Fundada en el año 1998 bajo la mirada visionaria de Peter Sisseck, el mismo enólogo danés que años antes revolucionó la región con Dominio de Pingus, esta bodega apostó por un modelo completamente distinto: cultivar el vino desde la armonía con la biodiversidad, la altitud y el respeto al suelo, sin depender de etiquetas oficiales para validarse.
Una finca con altura (literal y enológica)
Quinta Sardonia se sitúa en el valle del Duero, pero unos metros más allá de la línea que marca la D.O. Esto ha sido, más que una limitación, una bendición. Les ha permitido trabajar con una libertad enológica inusual, eludiendo normativas restrictivas para poder experimentar con variedades francesas, prácticas biodinámicas y ensamblajes complejos. La finca se extiende sobre 20 hectáreas de viñedo en terrazas, situadas entre los 760 y los 863 metros de altitud, con pendientes orientadas al norte y al oeste, lo que confiere al viñedo una ventilación constante y una exposición solar moderada. Aquí el Duero no es solo un accidente geográfico, sino un regulador térmico esencial, que junto al viento del oeste aporta frescura incluso en los veranos más rigurosos.
Suelos vivos, vinos con carácter
El suelo es un mosaico. Calizas activas, margas, arcillas rojas y cantos rodados, intercalados en capas milenarias que obligan a las raíces de las cepas a profundizar buscando nutrientes. Cada parcela se vinifica por separado, respetando la personalidad del terroir, con un enfoque casi quirúrgico. La influencia del pensamiento biodinámico no es cosmética: se rige por los calendarios lunares, se aplican preparados homeopáticos al viñedo y se evita toda intervención química de síntesis. El viñedo se entiende como un organismo vivo donde cada planta, cada insecto y cada hongo tiene su función.
El vino estrella y cómo lo hacen
El vino insignia de la bodega, Quinta Sardonia, no se encierra en una única variedad. Es un assemblage sofisticado en el que predomina el Tempranillo (Tinto Fino), pero con aportes cruciales de Cabernet Sauvignon, Syrah, Petit Verdot, Cabernet Franc y Malbec, entre otras. Cada vendimia es una nueva ecuación, una búsqueda de equilibrio entre madurez fenólica, acidez natural y trazabilidad del suelo. A diferencia del modelo clásico de Ribera, aquí no se busca volumen, sino precisión, verticalidad y longevidad.
Crianza sin reglas fijas
Los vinos son fermentados con levaduras autóctonas y criados en barricas francesas de distintas capacidades, con una preferencia clara por el uso de madera de segundo o tercer uso, lo que permite que el vino respire sin enmascarar su origen. La crianza no sigue un guión rígido: puede ir desde los 14 hasta los 24 meses, dependiendo de la estructura de la añada. En boca, Quinta Sardonia se muestra como una sinfonía de capas : grosella negra, ciruela madura, notas balsámicas, grafito, y ese nervio fresco que sólo se consigue con una viticultura de altura bien entendida.
Filosofía, equipo y evolución
Desde hace años, la bodega pertenece al grupo Terras Gauda, pero la filosofía original se ha mantenido intacta. Es más, se ha profundizado. Hoy en día, el equipo técnico está liderado por Jerôme Bougnaud, un enólogo francés que ha desarrollado buena parte de su carrera en España, y que ha sido fundamental en perfilar la elegancia mineral de los vinos actuales. Según Bougnaud, “ el secreto no está en la variedad, sino en cómo la planta dialoga con el lugar ”. Bajo esa premisa, han nacido vinos como Sardon, una etiqueta más accesible pero igualmente fiel a la identidad del viñedo, que ha servido como puerta de entrada a una nueva generación de aficionados.
Quinta Sardonia hoy: libre, precisa y sin miedo
La libertad creativa que otorga no pertenecer a una D.O. ha convertido a Quinta Sardonia en un referente del vino de autor en la meseta norte, y su influencia se siente en muchos jóvenes proyectos que, inspirados por su ejemplo, se han atrevido a explorar el Duero desde sus márgenes. No hay que buscar aquí la fuerza primaria de los tintos ribereños ni la dulzura envolvente del vino moderno. Aquí lo que se ofrece es tensión, textura, profundidad y una lectura precisa del viñedo. No es un vino para todos los días, pero sí para quien quiera entender cómo el Duero se puede interpretar más allá de la norma, con una mirada libre y radicalmente coherente.
Quinta Sardonia no necesita escudos oficiales ni etiquetas de prestigio: su reputación se forja botella a botella, en el paladar de quienes valoran los matices más sutiles de la tierra, el clima y el alma humana que los transforma en vino.
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