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Comprar Vino de Bodegas El Nido
Bodegas El Nido es una de esas raras apariciones en el mundo del vino que, desde el primer momento, desconcierta y fascina a partes iguales. Fundada en 2002 en el sureste español, en el término municipal de Jumilla, esta bodega irrumpió en el panorama vitivinícola nacional con una propuesta que rompía esquemas: vinos extremadamente concentrados, profundos, poderosos, pero con una elegancia medida, casi matemática. No por nada, detrás de este proyecto están dos nombres que lo dicen todo: Gil Family Estates y Chris Ringland, enólogo australiano de culto, conocido por sus Shiraz descomunales en Barossa Valley.
Jumilla - Tierra áspera, alma vibrante
La D.O. Jumilla, a menudo eclipsada por regiones más célebres como Rioja o Ribera del Duero, es en realidad una de las zonas más interesantes del Mediterráneo español. A medio camino entre el altiplano murciano y el calor seco del Levante, Jumilla ofrece un mosaico de condiciones extremas: altitudes que oscilan entre los 600 y 900 metros, suelos calizos y pobres en materia orgánic a, insolación casi permanente durante todo el año y precipitaciones mínimas. El resultado: una Monastrell, variedad autóctona, salvaje y profundamente mediterránea, que ha aprendido a sobrevivir en un entorno duro, dando uvas pequeñas, de piel gruesa y concentración brutal. No hay vino ligero en Jumilla, y menos aún en El Nido.
Obsesión por el detalle - Precisión vitícola y minimalismo técnico
Lo que distingue a Bodegas El Nido no es sólo el terroir, sino su enfoque absolutamente obsesivo con la calidad, la precisión y el detalle. Apenas 44 hectáreas de viñedo, de las cuales una parte son viejas cepas de Monastrell de más de 50 años, cultivadas en vaso y en secano extremo. A esto se le suma una selección rigurosa de viñedos de Cabernet Sauvignon, plantados en suelos pedregosos, orientados para maximizar la exposición solar sin perder frescura nocturna. Cada parcela se vinifica por separado, se fermenta en depósitos de acero inoxidable pequeños y luego pasa por una crianza milimétrica en barricas de roble francés y americano, con un seguimiento constante del estado del vino.
Clio y El Nido - Dos vinos, una declaración de principios
En El Nido solo se elaboran dos etiquetas: Clio y El Nido, y eso dice mucho. No hay lugar para experimentos ni segundas gamas. Clio es un ensamblaje mayoritario de Monastrell (70%) con un 30% de Cabernet Sauvignon. Es un vino que, incluso en añadas más frescas, despliega una potencia aromática casi abrumadora: moras negras, ciruelas pasas, regaliz, cacao amargo, notas de incienso, cuero y un fondo mineral que remite al polvo cálido del sureste español. La textura es glicérica, los taninos están presentes pero domados, y el final es larguísimo, con recuerdos balsámicos que equilibran el conjunto.
Pero es con El Nido, el vino que da nombre a la bodega, donde se alcanza el verdadero paroxismo. Aquí la proporción se invierte: 70% Cabernet Sauvignon, 30% Monastrell, lo que lo convierte en uno de los tintos más intensos y estructurados de España. Un vino que no es para todos los días ni para todos los públicos: denso, oscuro, con un grado alcohólico que ronda o incluso supera los 16º, pero que conserva una armonía sorprendente. La crianza de más de 20 meses en barrica nueva lo redondea sin domesticarlo del todo. Es un vino que late con el pulso de la tierra caliente, pero también con la disciplina de un orfebre. Una anécdota recurrente en catas privadas es la incapacidad de muchos expertos para ubicarlo geográficamente en catas a ciegas: algunos lo sitúan en Napa Valley, otros en Barossa, otros incluso en Bolgheri. Pero no: es Jumilla, es El Nido.
De región olvidada a referencia de culto
Este tipo de vino plantea una pregunta necesaria: ¿puede una región tradicionalmente asociada con volumen y vinos de escaso valor añadido producir etiquetas de culto? La respuesta está en la botella. Bodegas El Nido cambió la narrativa de Jumilla, demostrando que, con una interpretación rigurosa del terroir, el conocimiento técnico adecuado y una filosofía que prioriza lo esencial, incluso las zonas olvidadas pueden producir vinos de talla mundial.
Cabe mencionar que, a pesar del perfil moderno de sus vinos, en El Nido no hay concesiones al marketing fácil. No hay campañas agresivas ni presencia masiva en redes. Su estrategia es otra: producir poco, hablar bajo y dejar que el vino hable por sí solo. Y lo hace, con una elocuencia que ha llevado a Clio y El Nido a ocupar espacios en las cartas de restaurantes con estrella Michelin, en colecciones privadas y en subastas internacionales.
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Comprar Vino de Bodegas El Nido
Bodegas El Nido es una de esas raras apariciones en el mundo del vino que, desde el primer momento, desconcierta y fascina a partes iguales. Fundada en 2002 en el sureste español, en el término municipal de Jumilla, esta bodega irrumpió en el panorama vitivinícola nacional con una propuesta que rompía esquemas: vinos extremadamente concentrados, profundos, poderosos, pero con una elegancia medida, casi matemática. No por nada, detrás de este proyecto están dos nombres que lo dicen todo: Gil Family Estates y Chris Ringland, enólogo australiano de culto, conocido por sus Shiraz descomunales en Barossa Valley.
Jumilla - Tierra áspera, alma vibrante
La D.O. Jumilla, a menudo eclipsada por regiones más célebres como Rioja o Ribera del Duero, es en realidad una de las zonas más interesantes del Mediterráneo español. A medio camino entre el altiplano murciano y el calor seco del Levante, Jumilla ofrece un mosaico de condiciones extremas: altitudes que oscilan entre los 600 y 900 metros, suelos calizos y pobres en materia orgánic a, insolación casi permanente durante todo el año y precipitaciones mínimas. El resultado: una Monastrell, variedad autóctona, salvaje y profundamente mediterránea, que ha aprendido a sobrevivir en un entorno duro, dando uvas pequeñas, de piel gruesa y concentración brutal. No hay vino ligero en Jumilla, y menos aún en El Nido.
Obsesión por el detalle - Precisión vitícola y minimalismo técnico
Lo que distingue a Bodegas El Nido no es sólo el terroir, sino su enfoque absolutamente obsesivo con la calidad, la precisión y el detalle. Apenas 44 hectáreas de viñedo, de las cuales una parte son viejas cepas de Monastrell de más de 50 años, cultivadas en vaso y en secano extremo. A esto se le suma una selección rigurosa de viñedos de Cabernet Sauvignon, plantados en suelos pedregosos, orientados para maximizar la exposición solar sin perder frescura nocturna. Cada parcela se vinifica por separado, se fermenta en depósitos de acero inoxidable pequeños y luego pasa por una crianza milimétrica en barricas de roble francés y americano, con un seguimiento constante del estado del vino.
Clio y El Nido - Dos vinos, una declaración de principios
En El Nido solo se elaboran dos etiquetas: Clio y El Nido, y eso dice mucho. No hay lugar para experimentos ni segundas gamas. Clio es un ensamblaje mayoritario de Monastrell (70%) con un 30% de Cabernet Sauvignon. Es un vino que, incluso en añadas más frescas, despliega una potencia aromática casi abrumadora: moras negras, ciruelas pasas, regaliz, cacao amargo, notas de incienso, cuero y un fondo mineral que remite al polvo cálido del sureste español. La textura es glicérica, los taninos están presentes pero domados, y el final es larguísimo, con recuerdos balsámicos que equilibran el conjunto.
Pero es con El Nido, el vino que da nombre a la bodega, donde se alcanza el verdadero paroxismo. Aquí la proporción se invierte: 70% Cabernet Sauvignon, 30% Monastrell, lo que lo convierte en uno de los tintos más intensos y estructurados de España. Un vino que no es para todos los días ni para todos los públicos: denso, oscuro, con un grado alcohólico que ronda o incluso supera los 16º, pero que conserva una armonía sorprendente. La crianza de más de 20 meses en barrica nueva lo redondea sin domesticarlo del todo. Es un vino que late con el pulso de la tierra caliente, pero también con la disciplina de un orfebre. Una anécdota recurrente en catas privadas es la incapacidad de muchos expertos para ubicarlo geográficamente en catas a ciegas: algunos lo sitúan en Napa Valley, otros en Barossa, otros incluso en Bolgheri. Pero no: es Jumilla, es El Nido.
De región olvidada a referencia de culto
Este tipo de vino plantea una pregunta necesaria: ¿puede una región tradicionalmente asociada con volumen y vinos de escaso valor añadido producir etiquetas de culto? La respuesta está en la botella. Bodegas El Nido cambió la narrativa de Jumilla, demostrando que, con una interpretación rigurosa del terroir, el conocimiento técnico adecuado y una filosofía que prioriza lo esencial, incluso las zonas olvidadas pueden producir vinos de talla mundial.
Cabe mencionar que, a pesar del perfil moderno de sus vinos, en El Nido no hay concesiones al marketing fácil. No hay campañas agresivas ni presencia masiva en redes. Su estrategia es otra: producir poco, hablar bajo y dejar que el vino hable por sí solo. Y lo hace, con una elocuencia que ha llevado a Clio y El Nido a ocupar espacios en las cartas de restaurantes con estrella Michelin, en colecciones privadas y en subastas internacionales.