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Comprar Vino de Viña Somoza Bodegas y Viñedos
Viña Somoza no responde a fórmulas ni a modas. Su origen no está ligado a grandes gestas familiares ni a relatos centenarios, sino al descubrimiento íntimo de un territorio: Valdeorras, esa franja gallega al este de Ourense donde el granito y la pizarra se disputan la raíz de la cepa, y donde la altitud marca el ritmo de la vid. Lo que comenzó como una pequeña bodega con uvas propias se ha transformado, en apenas dos décadas, en uno de los nombres más respetados, y más discretos, del nuevo vino gallego. Pero no es ruido lo que Viña Somoza busca, sino precisión.
Técnica, sensibilidad y escucha - La filosofía de Javier García Alonso
La filosofía es sencilla en el planteamiento y complejísima en la ejecución: respetar el viñedo, entender cada parcela, y vinificar sin maquillaje. Bajo la dirección enológica de Javier García Alonso, ex 4 Monos, formado en Madrid pero profundamente arraigado al paisaje atlántico, Viña Somoza ha sabido conjugar lo mejor de dos mundos: la humildad del saber campesino local y la mirada quirúrgica del enólogo contemporáneo. El resultado no son vinos diseñados, sino traducidos. Cada añada es una nueva tentativa de comprender lo que el suelo, la altitud y la cepa quieren decir.
Viñedos fragmentados, suelos extremos y una identidad mineral
Valdeorras, en sí, no es un territorio fácil. Entre los 300 y los 700 metros de altitud, las cepas de Godello y Mencía se enfrentan a fuertes contrastes térmicos, lluvias desiguales y suelos que cambian cada cien metros. En la zona donde trabaja Viña Somoza, especialmente en los alrededores de A Rúa y Larouco, las laderas combinan viejas terrazas romanas con viñedos dispersos, a menudo en formato de microparcela, muchas veces con viñas viejas en vaso que apenas alcanzan medio kilo por planta. El suelo es fundamentalmente granítico, con presencia de pizarra y arcilla ferruginosa en algunas zonas más bajas. Esa geología mineral y austera, que en otras zonas sería un obstáculo, aquí se convierte en una ventaja competitiva.
Una bodega que interpreta, no interviene
El trabajo en bodega es deliberadamente minimalista: fermentaciones espontáneas, poco o ningún despalillado en los tintos, crianza en fudres, barricas usadas o depósitos de hormigón, y un uso medido, casi simbólico, del SO₂. El resultado son vinos que no buscan complacer al primer trago, sino instalarse. Uno no bebe un vino de Viña Somoza para encontrar una fruta estereotipada o un perfil internacional. Lo que hay es tensión, estructura, una acidez que sostiene y un fondo amargo, salino y casi vegetal, que recuerda al origen.
Blancos tensos, tintos precisos - Una gama que evoluciona
Uno de los vinos más reveladores de la casa es Neno, un Godello de viñedos en altitud, criado en parte en madera neutra, en parte en acero. Lejos de ser un blanco fácil, Neno muestra el perfil más vertical del Godello: fruta blanca seca, piel de cítrico, flor marchita, y ese fondo de almendra cruda que sólo aparece en los vinos que han sabido oxidarse lo justo.
Viña Somoza ha logrado, con discreción y firmeza, situarse entre los productores más admirados de Galicia. As 2 Ladeiras o Ededia son testimonio del potencial expresivo de la Godello cuando se cultiva con respeto y se vinifica con sensibilidad. Blancos que combinan frescura atlántica, textura sedosa y una mineralidad que habla del subsuelo que los vio nacer. A ellos se suman tintos cada vez más sorprendentes, como Via XVIII o Taté, donde variedades como la Mencía o la Brancellao despliegan toda su personalidad en versiones puras, directas y elegantes.
Renunciar para revelar - La ética de un vino con lugar
Lo que hace especial a Viña Somoza no es un discurso de marketing ni una imagen construida. Es el hecho de que no buscan ser singulares: lo son. Desde la poda hasta el embotellado, cada decisión es una renuncia. Renuncian al volumen, al aplauso fácil, a la intervención innecesaria. Lo que se gana a cambio es algo raro: vinos con carácter, con lugar y con tiempo. No quieren representar a Valdeorras como un todo, sino a sus propias parcelas, y en ese gesto de microcosmos logran algo mayor: un retrato contemporáneo del vino gallego hecho desde la autenticidad y no desde la nostalgia.
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Comprar Vino de Viña Somoza Bodegas y Viñedos
Viña Somoza no responde a fórmulas ni a modas. Su origen no está ligado a grandes gestas familiares ni a relatos centenarios, sino al descubrimiento íntimo de un territorio: Valdeorras, esa franja gallega al este de Ourense donde el granito y la pizarra se disputan la raíz de la cepa, y donde la altitud marca el ritmo de la vid. Lo que comenzó como una pequeña bodega con uvas propias se ha transformado, en apenas dos décadas, en uno de los nombres más respetados, y más discretos, del nuevo vino gallego. Pero no es ruido lo que Viña Somoza busca, sino precisión.
Técnica, sensibilidad y escucha - La filosofía de Javier García Alonso
La filosofía es sencilla en el planteamiento y complejísima en la ejecución: respetar el viñedo, entender cada parcela, y vinificar sin maquillaje. Bajo la dirección enológica de Javier García Alonso, ex 4 Monos, formado en Madrid pero profundamente arraigado al paisaje atlántico, Viña Somoza ha sabido conjugar lo mejor de dos mundos: la humildad del saber campesino local y la mirada quirúrgica del enólogo contemporáneo. El resultado no son vinos diseñados, sino traducidos. Cada añada es una nueva tentativa de comprender lo que el suelo, la altitud y la cepa quieren decir.
Viñedos fragmentados, suelos extremos y una identidad mineral
Valdeorras, en sí, no es un territorio fácil. Entre los 300 y los 700 metros de altitud, las cepas de Godello y Mencía se enfrentan a fuertes contrastes térmicos, lluvias desiguales y suelos que cambian cada cien metros. En la zona donde trabaja Viña Somoza, especialmente en los alrededores de A Rúa y Larouco, las laderas combinan viejas terrazas romanas con viñedos dispersos, a menudo en formato de microparcela, muchas veces con viñas viejas en vaso que apenas alcanzan medio kilo por planta. El suelo es fundamentalmente granítico, con presencia de pizarra y arcilla ferruginosa en algunas zonas más bajas. Esa geología mineral y austera, que en otras zonas sería un obstáculo, aquí se convierte en una ventaja competitiva.
Una bodega que interpreta, no interviene
El trabajo en bodega es deliberadamente minimalista: fermentaciones espontáneas, poco o ningún despalillado en los tintos, crianza en fudres, barricas usadas o depósitos de hormigón, y un uso medido, casi simbólico, del SO₂. El resultado son vinos que no buscan complacer al primer trago, sino instalarse. Uno no bebe un vino de Viña Somoza para encontrar una fruta estereotipada o un perfil internacional. Lo que hay es tensión, estructura, una acidez que sostiene y un fondo amargo, salino y casi vegetal, que recuerda al origen.
Blancos tensos, tintos precisos - Una gama que evoluciona
Uno de los vinos más reveladores de la casa es Neno, un Godello de viñedos en altitud, criado en parte en madera neutra, en parte en acero. Lejos de ser un blanco fácil, Neno muestra el perfil más vertical del Godello: fruta blanca seca, piel de cítrico, flor marchita, y ese fondo de almendra cruda que sólo aparece en los vinos que han sabido oxidarse lo justo.
Viña Somoza ha logrado, con discreción y firmeza, situarse entre los productores más admirados de Galicia. As 2 Ladeiras o Ededia son testimonio del potencial expresivo de la Godello cuando se cultiva con respeto y se vinifica con sensibilidad. Blancos que combinan frescura atlántica, textura sedosa y una mineralidad que habla del subsuelo que los vio nacer. A ellos se suman tintos cada vez más sorprendentes, como Via XVIII o Taté, donde variedades como la Mencía o la Brancellao despliegan toda su personalidad en versiones puras, directas y elegantes.
Renunciar para revelar - La ética de un vino con lugar
Lo que hace especial a Viña Somoza no es un discurso de marketing ni una imagen construida. Es el hecho de que no buscan ser singulares: lo son. Desde la poda hasta el embotellado, cada decisión es una renuncia. Renuncian al volumen, al aplauso fácil, a la intervención innecesaria. Lo que se gana a cambio es algo raro: vinos con carácter, con lugar y con tiempo. No quieren representar a Valdeorras como un todo, sino a sus propias parcelas, y en ese gesto de microcosmos logran algo mayor: un retrato contemporáneo del vino gallego hecho desde la autenticidad y no desde la nostalgia.