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Comprar Vino de Château de Béru
El viñedo de Béru, situado en el extremo oriental de la región de Chablis, desafía las convenciones del clasicismo borgoñón desde un escenario que parece salido de otro tiempo. A 300 metros de altitud, el antiguo Château de Béru, con más de 400 años de historia, domina una serie de laderas calcáreas que miran al norte, al este y al sur, en una suerte de microcosmos geológico y climático que lo distingue incluso dentro de su propia denominación. Aquí, la tiza kimmeridgiense, formada hace más de 150 millones de años en mares prehistóricos, aflora en la superficie con una crudeza casi mineral. No hay tierra blanda ni suelo fácil en Béru. Todo es piedra, conchas fósiles y un drenaje perfecto para la Chardonnay.
El renacer bajo la mirada de Athénaïs
Desde que Athénaïs de Béru asumió la gestión del dominio familiar, tras haber vivido una vida alejada del vino y la viticultura, la finca ha sido un ejemplo del resurgir que muchos esperan ver en la Borgoña: una revolución tranquila donde la tradición no se arrasa, sino que se regenera. Abandonó los productos sintéticos, introdujo principios biodinámicos, dejó de filtrar los vinos y eliminó las levaduras industriales. Lo que surgió de ese giro fue una colección de vinos profundos, austeros, afilados y sin maquillaje.
Altitud, viento y tensión - El clima de Béru
La situación de Béru, más elevada y más expuesta al viento que otras zonas de Chablis, juega un papel fundamental. Las temperaturas nocturnas descienden con violencia incluso en julio y agosto. Las heladas primaverales son más frecuentes. Las uvas maduran más lentamente y con mayor tensión. Esto confiere a sus Chardonnays una energía eléctrica, una acidez cincelada y una mineralidad casi salina que recuerda más al hierro o al granito que a la fruta. No es casualidad que muchos de sus vinos necesiten años en botella para abrirse plenamente.
Clos Béru - Un viñedo amurallado con alma propia
Una de las joyas del château es el Clos Béru, un viñedo amurallado de unas 5 hectáreas que rodea el castillo, cuya muralla fue reconstruida piedra por piedra para recuperar su forma original. Este clos, con exposición sur y suelos calizos de gran pureza, ofrece una interpretación íntima, precisa y ferozmente singular del terroir de Chablis. No se trata de un Grand Cru, no está clasificado como tal, pero en catas a ciegas ha superado a varios de ellos con una facilidad pasmosa. Es un vino de una sola pieza, sin adornos, pero con capas de profundidad que se van desplegando como un acorde.
Vinificación sin atajos
El enfoque de vinificación en Château de Béru es deliberadamente paciente. No hay adiciones, ni correcciones, ni sulfurados sistemáticos. Las fermentaciones se llevan a cabo en barricas viejas, a veces durante más de un año. Los vinos se crían sobre lías sin bâtonnage y se embotellan sin clarificar ni filtrar. Esto no es minimalismo técnico, sino una forma de dejar hablar al suelo sin intermediarios.
A pesar de su conexión con la tradición borgoñona, Château de Béru se aleja de la estética dorada y golosa de muchos Chardonnays modernos. Aquí no hay notas de vainilla ni mantequilla fundida, ni guiños al mercado internacional. En cambio, se perciben notas de tiza húmeda, corteza de limón, manzana verde, ostras y un final amargo de piel de almendra, como una línea trazada con bisturí. No es un vino complaciente, pero sí magnético.
Biodiversidad y biodinámica vivida
La filosofía biodinámica no es solo un detalle en la etiqueta. Se siente en la forma en que el viñedo respira. La biodiversidad es real: hay ovejas pastando entre las cepas, cubiertas vegetales que florecen sin orden aparente, y una comunidad microbiana viva bajo la superficie. Todo ello configura un ecosistema donde la planta no se defiende, sino que coopera con su entorno. Esta interrelación se traduce en vinos que no solo expresan el clima o el suelo, sino el pulso de un lugar entero.
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Comprar Vino de Château de Béru
El viñedo de Béru, situado en el extremo oriental de la región de Chablis, desafía las convenciones del clasicismo borgoñón desde un escenario que parece salido de otro tiempo. A 300 metros de altitud, el antiguo Château de Béru, con más de 400 años de historia, domina una serie de laderas calcáreas que miran al norte, al este y al sur, en una suerte de microcosmos geológico y climático que lo distingue incluso dentro de su propia denominación. Aquí, la tiza kimmeridgiense, formada hace más de 150 millones de años en mares prehistóricos, aflora en la superficie con una crudeza casi mineral. No hay tierra blanda ni suelo fácil en Béru. Todo es piedra, conchas fósiles y un drenaje perfecto para la Chardonnay.
El renacer bajo la mirada de Athénaïs
Desde que Athénaïs de Béru asumió la gestión del dominio familiar, tras haber vivido una vida alejada del vino y la viticultura, la finca ha sido un ejemplo del resurgir que muchos esperan ver en la Borgoña: una revolución tranquila donde la tradición no se arrasa, sino que se regenera. Abandonó los productos sintéticos, introdujo principios biodinámicos, dejó de filtrar los vinos y eliminó las levaduras industriales. Lo que surgió de ese giro fue una colección de vinos profundos, austeros, afilados y sin maquillaje.
Altitud, viento y tensión - El clima de Béru
La situación de Béru, más elevada y más expuesta al viento que otras zonas de Chablis, juega un papel fundamental. Las temperaturas nocturnas descienden con violencia incluso en julio y agosto. Las heladas primaverales son más frecuentes. Las uvas maduran más lentamente y con mayor tensión. Esto confiere a sus Chardonnays una energía eléctrica, una acidez cincelada y una mineralidad casi salina que recuerda más al hierro o al granito que a la fruta. No es casualidad que muchos de sus vinos necesiten años en botella para abrirse plenamente.
Clos Béru - Un viñedo amurallado con alma propia
Una de las joyas del château es el Clos Béru, un viñedo amurallado de unas 5 hectáreas que rodea el castillo, cuya muralla fue reconstruida piedra por piedra para recuperar su forma original. Este clos, con exposición sur y suelos calizos de gran pureza, ofrece una interpretación íntima, precisa y ferozmente singular del terroir de Chablis. No se trata de un Grand Cru, no está clasificado como tal, pero en catas a ciegas ha superado a varios de ellos con una facilidad pasmosa. Es un vino de una sola pieza, sin adornos, pero con capas de profundidad que se van desplegando como un acorde.
Vinificación sin atajos
El enfoque de vinificación en Château de Béru es deliberadamente paciente. No hay adiciones, ni correcciones, ni sulfurados sistemáticos. Las fermentaciones se llevan a cabo en barricas viejas, a veces durante más de un año. Los vinos se crían sobre lías sin bâtonnage y se embotellan sin clarificar ni filtrar. Esto no es minimalismo técnico, sino una forma de dejar hablar al suelo sin intermediarios.
A pesar de su conexión con la tradición borgoñona, Château de Béru se aleja de la estética dorada y golosa de muchos Chardonnays modernos. Aquí no hay notas de vainilla ni mantequilla fundida, ni guiños al mercado internacional. En cambio, se perciben notas de tiza húmeda, corteza de limón, manzana verde, ostras y un final amargo de piel de almendra, como una línea trazada con bisturí. No es un vino complaciente, pero sí magnético.
Biodiversidad y biodinámica vivida
La filosofía biodinámica no es solo un detalle en la etiqueta. Se siente en la forma en que el viñedo respira. La biodiversidad es real: hay ovejas pastando entre las cepas, cubiertas vegetales que florecen sin orden aparente, y una comunidad microbiana viva bajo la superficie. Todo ello configura un ecosistema donde la planta no se defiende, sino que coopera con su entorno. Esta interrelación se traduce en vinos que no solo expresan el clima o el suelo, sino el pulso de un lugar entero.