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Jean Ginglinger
Alsace25,42₣
24,15₣/ud (-5%)
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Comprar Vino de Jean Ginglinger
En el corazón de Pfaffenheim, al sur de Colmar, Jean‑François Ginglinger cultiva una visión que desafía etiquetas y reconecta el vino con la tierra. La historia comienza en 1962, cuando su padre, Jean, establece formalmente la bodega familiar, pero sus raíces vitícolas se hunden mucho más atrás en el tiempo, como tantas familias alsacianas con linaje campesino. Hoy, Jean‑François trabaja con 6,5 hectáreas de viñedos orientados al este-sudeste, donde cada parcela es tratada como un ecosistema vivo y único.
Su transición a la biodinámica en Alsacia no fue una moda, sino un acto de coherencia. Desde 1997 cultiva según principios orgánicos, y en 2001 obtiene la certificación Demeter. Rechaza los productos químicos, reintroduce el arado a caballo y mantiene cubiertas vegetales espontáneas, todo para preservar la vida del suelo. En la bodega, la filosofía es igual de clara: fermentaciones espontáneas, sin adición de sulfitos, y un enfoque minimalista que busca dejar hablar al terroir de Alsacia sin filtros ni artificios.
El terroir de Alsacia como partitura
Alsacia es una región de extraordinaria diversidad geológica, y Ginglinger lo sabe. Sus viñas crecen sobre suelos de caliza, arenisca y margas, que imprimen una mineralidad profunda y un carácter textural inconfundible en sus vinos. Parcelas como Steinert y Zinnkoepflé —ambas de nivel Grand Cru— forman parte de su mosaico vitícola, aunque Jean‑François evita el uso del término, prefiriendo trabajar con libertad creativa, sin las restricciones del sistema clasificatorio.
En sus vinos se respira la textura del subsuelo: salinidad, tensión, energía. Son vinos con nervio, lejos del cliché floral que a menudo se asocia con la Alsacia. Aquí, la fruta es contenida, los aromas sutiles, y lo que perdura es una vibración mineral que habla del suelo, no del enólogo.
Menos es más en el vino natural alsaciano
El estilo Ginglinger no busca impacto inmediato, sino autenticidad. En la bodega no hay recetas: cada vino es una microvinificación adaptada al año y al carácter de la parcela. No se emplean sulfitos en ningún momento. La crianza es discreta, en grandes fudres antiguos o tanques inertes, siempre con el objetivo de preservar la expresión pura del vino.
La limpieza extrema, el respeto al ritmo del vino y la ausencia de correcciones técnicas generan vinos que pueden parecer austeros de entrada, pero que ganan en profundidad con el tiempo. Vinos que no piden atención, pero que la merecen.
Una sinfonía de variedades alsacianas
Jean‑François Ginglinger trabaja con las variedades tradicionales de Alsacia: Sylvaner, Riesling, Muscat, Pinot Blanc, Pinot Gris, Gewürztraminer y Pinot Noir. Sin embargo, no las trata como piezas de museo, sino como voces vivas. Así nacen vinos como el Pinot Blanc “Glou‑Glou”, ligero, ágil y salino, o su Pinot Noir Réserve, expresivo y vibrante, sin maquillaje ni madera invasiva.
Sus Sylvaners son monumentos silenciosos: sobrios, minerales, precisos. No buscan deslumbrar, sino acompañar, con una elegancia discreta y duradera.
Una visión sin dogmas
Aunque radical en sus principios, Jean‑François Ginglinger no es dogmático. Sabe cuándo intervenir y cuándo retirarse. Su bodega es un espacio de escucha, no de imposición. Su objetivo no es hacer vinos naturales alsacianos “de moda”, sino vinos verdaderos, que reflejen el lugar del que provienen.
Cada botella es una invitación a redescubrir la Alsacia desde su pulso más profundo. No hay artificio, solo territorio.
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25,42₣
24,15₣/ud (-5%)
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28,66₣
27,23₣/ud (-5%)
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Comprar Vino de Jean Ginglinger
En el corazón de Pfaffenheim, al sur de Colmar, Jean‑François Ginglinger cultiva una visión que desafía etiquetas y reconecta el vino con la tierra. La historia comienza en 1962, cuando su padre, Jean, establece formalmente la bodega familiar, pero sus raíces vitícolas se hunden mucho más atrás en el tiempo, como tantas familias alsacianas con linaje campesino. Hoy, Jean‑François trabaja con 6,5 hectáreas de viñedos orientados al este-sudeste, donde cada parcela es tratada como un ecosistema vivo y único.
Su transición a la biodinámica en Alsacia no fue una moda, sino un acto de coherencia. Desde 1997 cultiva según principios orgánicos, y en 2001 obtiene la certificación Demeter. Rechaza los productos químicos, reintroduce el arado a caballo y mantiene cubiertas vegetales espontáneas, todo para preservar la vida del suelo. En la bodega, la filosofía es igual de clara: fermentaciones espontáneas, sin adición de sulfitos, y un enfoque minimalista que busca dejar hablar al terroir de Alsacia sin filtros ni artificios.
El terroir de Alsacia como partitura
Alsacia es una región de extraordinaria diversidad geológica, y Ginglinger lo sabe. Sus viñas crecen sobre suelos de caliza, arenisca y margas, que imprimen una mineralidad profunda y un carácter textural inconfundible en sus vinos. Parcelas como Steinert y Zinnkoepflé —ambas de nivel Grand Cru— forman parte de su mosaico vitícola, aunque Jean‑François evita el uso del término, prefiriendo trabajar con libertad creativa, sin las restricciones del sistema clasificatorio.
En sus vinos se respira la textura del subsuelo: salinidad, tensión, energía. Son vinos con nervio, lejos del cliché floral que a menudo se asocia con la Alsacia. Aquí, la fruta es contenida, los aromas sutiles, y lo que perdura es una vibración mineral que habla del suelo, no del enólogo.
Menos es más en el vino natural alsaciano
El estilo Ginglinger no busca impacto inmediato, sino autenticidad. En la bodega no hay recetas: cada vino es una microvinificación adaptada al año y al carácter de la parcela. No se emplean sulfitos en ningún momento. La crianza es discreta, en grandes fudres antiguos o tanques inertes, siempre con el objetivo de preservar la expresión pura del vino.
La limpieza extrema, el respeto al ritmo del vino y la ausencia de correcciones técnicas generan vinos que pueden parecer austeros de entrada, pero que ganan en profundidad con el tiempo. Vinos que no piden atención, pero que la merecen.
Una sinfonía de variedades alsacianas
Jean‑François Ginglinger trabaja con las variedades tradicionales de Alsacia: Sylvaner, Riesling, Muscat, Pinot Blanc, Pinot Gris, Gewürztraminer y Pinot Noir. Sin embargo, no las trata como piezas de museo, sino como voces vivas. Así nacen vinos como el Pinot Blanc “Glou‑Glou”, ligero, ágil y salino, o su Pinot Noir Réserve, expresivo y vibrante, sin maquillaje ni madera invasiva.
Sus Sylvaners son monumentos silenciosos: sobrios, minerales, precisos. No buscan deslumbrar, sino acompañar, con una elegancia discreta y duradera.
Una visión sin dogmas
Aunque radical en sus principios, Jean‑François Ginglinger no es dogmático. Sabe cuándo intervenir y cuándo retirarse. Su bodega es un espacio de escucha, no de imposición. Su objetivo no es hacer vinos naturales alsacianos “de moda”, sino vinos verdaderos, que reflejen el lugar del que provienen.
Cada botella es una invitación a redescubrir la Alsacia desde su pulso más profundo. No hay artificio, solo territorio.
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