Mostrando 1 a 8 de 8
Comprar Vino de Étienne Calsac
Champagne Étienne Calsac es una de esas rarezas que no gritan para ser escuchadas. Una voz baja pero firme que resuena con claridad entre quienes saben afinar el oído. Desde su minúscula bodega en Avize, una de las comunas más codiciadas de la Côte des Blancs, Calsac lleva varios años reescribiendo los códigos del Champagne clásico, desde la raíz.
De la herencia al vino de autor
Aunque sus primeras añadas salieron al mercado apenas en 2010, la historia comienza antes. Heredero de apenas 2.8 hectáreas de viña de su abuelo, repartidas entre Avize, Grauves y Bisseuil, Étienne Calsac decidió romper con la lógica del négoce, esa figura tan extendida en Champagne donde los viticultores venden la uva y rara vez embotellan su trabajo. En lugar de eso, apostó por vinificar él mismo, cuidando cada parcela como si fuera un jardín privado. Literalmente. Él mismo se encarga del trabajo en campo, con una atención casi obsesiva a la vida microbiana del suelo, evitando herbicidas y todo tratamiento sintético. El objetivo no es la certificación —a él no le interesan las etiquetas vacías— sino devolver al suelo su capacidad de expresarse sin intermediarios.
Chardonnay con acento de parcela
La mayor parte de sus viñas están plantadas de Chardonnay, con edades medias de 30 a 50 años. Pero lo interesante no es la variedad —la Côte des Blancs es territorio blanco por antonomasia— sino cómo esa variedad se expresa en función del lugar. Étienne Calsac trabaja en lo que él llama “micro-cuvées”: vinos nacidos de pequeñas parcelas, vinificadas por separado, en las que busca capturar lo que ocurre bajo tierra, más que encima.
Les Rocheforts: tiza pura en la copa
La joya de su producción (si se nos permite esa única licencia) es la cuvée Les Rocheforts, un blanc de blancs procedente de una sola parcela en Avize sobre suelos calcáreos profundos, donde la creta aflora casi a ras de superficie. El vino no se explica por notas de cata, sino por textura: una tensión lineal que parece brotar directamente del suelo. Es un Champagne sin maquillaje, sin dosaje, sin madera. Solo fruta, tiza, y tiempo sobre lías. De hecho, los vinos de Calsac pasan al menos 36 meses sobre lías en botella, incluso en sus cuvées más jóvenes, en un esfuerzo deliberado por integrar acidez, pulir aristas y revelar capas escondidas de complejidad.
Nuevas miradas - L’Échappée Belle y Les Revenants
Aparte de sus grandes vinos de parcela, Étienne Calsac elabora también cuvées que representan su estilo más directo y libre. La primera es L’Échappée Belle Blanc de Blancs Extra Brut, una mezcla precisa de Chardonnay procedente de distintas parcelas sobre suelos calcáreos. Se trata de una expresión más "abierta" de su filosofía: sin madera, con fermentación espontánea y una crianza larga sobre lías. El resultado es un Champagne vibrante, afilado, con notas de lima, ralladura de yuzu y flores blancas, pero siempre con esa mineralidad de tiza tan distintiva de la casa.
Aún más singular es su cuvée Les Revenants, un homenaje a las variedades antiguas de Champagne casi olvidadas. En este ensamblaje aparecen cepas como Petit Meslier, Arbane o Pinot Blanc, cultivadas con métodos orgánicos y vinificadas por separado. El nombre, "los que regresan", alude precisamente a ese rescate del pasado para reimaginar el futuro. Es un vino sorprendente, de textura delicada, acidez vibrante y un perfil aromático insólito: flores silvestres, piel de mandarina, una insinuación de almendra.
Clos des Maladries - Historia viva entre muros
Étienne Calsac también ha sido pionero en algo cada vez más común entre los vignerons de nueva generación: la recuperación de viñas olvidadas. En 2013, descubrió y comenzó a trabajar con una parcela de viejas cepas de pie franco, es decir, sin injertar, plantadas antes del paso devastador de la filoxera. Este pequeño viñedo, bautizado como Clos des Maladries, está completamente cerrado por muros y produce menos de 1.000 botellas al año. No se vende en tiendas, no tiene marketing, y en las etiquetas no aparece su nombre: es una declaración silenciosa de lo que Champagne fue, y podría volver a ser.
Una filosofía que prioriza la verdad del vino
La filosofía de Étienne Calsac no es revolucionaria en apariencia, pero lo es en profundidad. Rechaza las mezclas genéricas, el ensamblaje de regiones, la estandarización del gusto. Cree en la identidad parcelaria, en la vinificación precisa y sin artificios, en los ritmos lentos. No clarifica, no filtra, y embotella con un dosaje mínimo o nulo, dependiendo de cada vino. Sus tirajes se hacen con levaduras propias, y su objetivo no es la perfección técnica, sino la verdad del viñedo.
En una región donde durante décadas primó el volumen sobre la individualidad, la aparición de productores como Étienne Calsac es un síntoma claro de cambio. Y aunque su producción apenas alcanza las 20.000 botellas al año, su influencia va mucho más allá. Porque cuando un vino habla claro, aunque lo haga en voz baja, no necesita alzar la voz para que el mundo lo escuche.
- ;
-
- ;
- ;
- ;
Comprar Vino de Étienne Calsac
Champagne Étienne Calsac es una de esas rarezas que no gritan para ser escuchadas. Una voz baja pero firme que resuena con claridad entre quienes saben afinar el oído. Desde su minúscula bodega en Avize, una de las comunas más codiciadas de la Côte des Blancs, Calsac lleva varios años reescribiendo los códigos del Champagne clásico, desde la raíz.
De la herencia al vino de autor
Aunque sus primeras añadas salieron al mercado apenas en 2010, la historia comienza antes. Heredero de apenas 2.8 hectáreas de viña de su abuelo, repartidas entre Avize, Grauves y Bisseuil, Étienne Calsac decidió romper con la lógica del négoce, esa figura tan extendida en Champagne donde los viticultores venden la uva y rara vez embotellan su trabajo. En lugar de eso, apostó por vinificar él mismo, cuidando cada parcela como si fuera un jardín privado. Literalmente. Él mismo se encarga del trabajo en campo, con una atención casi obsesiva a la vida microbiana del suelo, evitando herbicidas y todo tratamiento sintético. El objetivo no es la certificación —a él no le interesan las etiquetas vacías— sino devolver al suelo su capacidad de expresarse sin intermediarios.
Chardonnay con acento de parcela
La mayor parte de sus viñas están plantadas de Chardonnay, con edades medias de 30 a 50 años. Pero lo interesante no es la variedad —la Côte des Blancs es territorio blanco por antonomasia— sino cómo esa variedad se expresa en función del lugar. Étienne Calsac trabaja en lo que él llama “micro-cuvées”: vinos nacidos de pequeñas parcelas, vinificadas por separado, en las que busca capturar lo que ocurre bajo tierra, más que encima.
Les Rocheforts: tiza pura en la copa
La joya de su producción (si se nos permite esa única licencia) es la cuvée Les Rocheforts, un blanc de blancs procedente de una sola parcela en Avize sobre suelos calcáreos profundos, donde la creta aflora casi a ras de superficie. El vino no se explica por notas de cata, sino por textura: una tensión lineal que parece brotar directamente del suelo. Es un Champagne sin maquillaje, sin dosaje, sin madera. Solo fruta, tiza, y tiempo sobre lías. De hecho, los vinos de Calsac pasan al menos 36 meses sobre lías en botella, incluso en sus cuvées más jóvenes, en un esfuerzo deliberado por integrar acidez, pulir aristas y revelar capas escondidas de complejidad.
Nuevas miradas - L’Échappée Belle y Les Revenants
Aparte de sus grandes vinos de parcela, Étienne Calsac elabora también cuvées que representan su estilo más directo y libre. La primera es L’Échappée Belle Blanc de Blancs Extra Brut, una mezcla precisa de Chardonnay procedente de distintas parcelas sobre suelos calcáreos. Se trata de una expresión más "abierta" de su filosofía: sin madera, con fermentación espontánea y una crianza larga sobre lías. El resultado es un Champagne vibrante, afilado, con notas de lima, ralladura de yuzu y flores blancas, pero siempre con esa mineralidad de tiza tan distintiva de la casa.
Aún más singular es su cuvée Les Revenants, un homenaje a las variedades antiguas de Champagne casi olvidadas. En este ensamblaje aparecen cepas como Petit Meslier, Arbane o Pinot Blanc, cultivadas con métodos orgánicos y vinificadas por separado. El nombre, "los que regresan", alude precisamente a ese rescate del pasado para reimaginar el futuro. Es un vino sorprendente, de textura delicada, acidez vibrante y un perfil aromático insólito: flores silvestres, piel de mandarina, una insinuación de almendra.
Clos des Maladries - Historia viva entre muros
Étienne Calsac también ha sido pionero en algo cada vez más común entre los vignerons de nueva generación: la recuperación de viñas olvidadas. En 2013, descubrió y comenzó a trabajar con una parcela de viejas cepas de pie franco, es decir, sin injertar, plantadas antes del paso devastador de la filoxera. Este pequeño viñedo, bautizado como Clos des Maladries, está completamente cerrado por muros y produce menos de 1.000 botellas al año. No se vende en tiendas, no tiene marketing, y en las etiquetas no aparece su nombre: es una declaración silenciosa de lo que Champagne fue, y podría volver a ser.
Una filosofía que prioriza la verdad del vino
La filosofía de Étienne Calsac no es revolucionaria en apariencia, pero lo es en profundidad. Rechaza las mezclas genéricas, el ensamblaje de regiones, la estandarización del gusto. Cree en la identidad parcelaria, en la vinificación precisa y sin artificios, en los ritmos lentos. No clarifica, no filtra, y embotella con un dosaje mínimo o nulo, dependiendo de cada vino. Sus tirajes se hacen con levaduras propias, y su objetivo no es la perfección técnica, sino la verdad del viñedo.
En una región donde durante décadas primó el volumen sobre la individualidad, la aparición de productores como Étienne Calsac es un síntoma claro de cambio. Y aunque su producción apenas alcanza las 20.000 botellas al año, su influencia va mucho más allá. Porque cuando un vino habla claro, aunque lo haga en voz baja, no necesita alzar la voz para que el mundo lo escuche.