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Comprar Vino de L'Octavin
En el corazón del Jura, donde las montañas se funden con viñedos que parecen suspendidos en el tiempo, Alice Bouvot ha construido un refugio para la creatividad y la autenticidad. L'Octavin no es solo una bodega, es una declaración de principios: una oda al vino natural en su expresión más pura y sin concesiones. Desde su fundación, Alice ha desafiado las normas del clásico savoir-faire jurassiano, apostando por vinos sin aditivos, sin sulfitos y sin artificios, donde la uva y el terruño tienen la última palabra.
Un viaje de vuelta a la naturaleza
Alice Bouvot no proviene de una dinastía vitivinícola, pero su pasión por el vino la llevó a recorrer el mundo antes de establecerse en Arbois. Tras estudiar enología en Burdeos y trabajar en viñedos de California y el Loira, regresó con una idea clara: elaborar vinos que respiren libertad, sin correcciones ni maquillajes. En 2005, fundó L’Octavin y poco a poco fue adquiriendo pequeñas parcelas hasta reunir unas cinco hectáreas de viñedos en biodinámica, donde el suelo y la biodiversidad dictan el ritmo.
La bodega, sin embargo, no se limita solo a sus viñas propias. Alice ha construido un universo ecléctico a través de la compra de uvas a viticultores afines, siempre con la premisa de que las vides sean cultivadas orgánicamente y con el mayor respeto por la naturaleza. De esta manera, cada añada se convierte en una aventura sensorial, en un juego de improvisación donde la vinificación se adapta a lo que dicta el fruto de la vid.
El Jura como un lienzo en blanco
L’Octavin es un espejo de la diversidad del Jura, una región que tradicionalmente ha sido hogar de vinos complejos y longevos, pero que en las manos de Alice se convierte en un campo de experimentación sin límites. Sus vinos pueden ser monovarietales o ensamblajes intuitivos, pero siempre transmiten la esencia de los suelos jurassianos. Chardonnay, Savagnin, Trousseau, Poulsard y Pinot Noir conviven en su repertorio, a veces en interpretaciones clásicas, otras en formas radicalmente libres y vibrantes.
La fermentación espontánea con levaduras autóctonas es la regla, al igual que la crianza sin intervenciones en acero inoxidable, barricas usadas o incluso ánforas. No hay filtraciones ni clarificaciones. La evolución de cada vino es un acto de paciencia y confianza en la naturaleza. El resultado son vinos eléctricos, vivos, con una energía cruda que desafía cualquier convencionalismo.
El arte de lo impredecible
Uno de los aspectos más fascinantes de L'Octavin es su capacidad de sorprender en cada añada. Alice no busca reproducir un mismo perfil año tras año, sino que abraza la variabilidad como parte de la magia del vino natural. Sus etiquetas coloridas y lúdicas, muchas de ellas inspiradas en la literatura y la música, reflejan este espíritu despreocupado y festivo. " Pamina ", " Commendatore " y " Dorabella " son algunas de sus creaciones icónicas, cada una con una personalidad tan marcada como su historia.
Su enfoque le ha valido la admiración de los entusiastas del vino natural en todo el mundo. Sus vinos han trascendido el Jura y se han convertido en referentes de una nueva era, donde el vino es una experiencia sensorial y emocional, más allá de la simple degustación.
Una revolución líquida
L’Octavin encarna la esencia del movimiento natural: vinos que vibran con energía propia, que cuentan historias honestas y que desafían la homogeneidad del mercado. En cada botella hay un pedazo de Jura, pero también un pedazo del alma de Alice Bouvot: su pasión por la naturaleza, su amor por la música y su creencia inquebrantable en la libertad de expresión.
Para quienes buscan emociones genuinas en el vino, L’Octavin es más que una bodega; es una experiencia, un manifiesto y, sobre todo, un viaje hacia lo inesperado.
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Comprar Vino de L'Octavin
En el corazón del Jura, donde las montañas se funden con viñedos que parecen suspendidos en el tiempo, Alice Bouvot ha construido un refugio para la creatividad y la autenticidad. L'Octavin no es solo una bodega, es una declaración de principios: una oda al vino natural en su expresión más pura y sin concesiones. Desde su fundación, Alice ha desafiado las normas del clásico savoir-faire jurassiano, apostando por vinos sin aditivos, sin sulfitos y sin artificios, donde la uva y el terruño tienen la última palabra.
Un viaje de vuelta a la naturaleza
Alice Bouvot no proviene de una dinastía vitivinícola, pero su pasión por el vino la llevó a recorrer el mundo antes de establecerse en Arbois. Tras estudiar enología en Burdeos y trabajar en viñedos de California y el Loira, regresó con una idea clara: elaborar vinos que respiren libertad, sin correcciones ni maquillajes. En 2005, fundó L’Octavin y poco a poco fue adquiriendo pequeñas parcelas hasta reunir unas cinco hectáreas de viñedos en biodinámica, donde el suelo y la biodiversidad dictan el ritmo.
La bodega, sin embargo, no se limita solo a sus viñas propias. Alice ha construido un universo ecléctico a través de la compra de uvas a viticultores afines, siempre con la premisa de que las vides sean cultivadas orgánicamente y con el mayor respeto por la naturaleza. De esta manera, cada añada se convierte en una aventura sensorial, en un juego de improvisación donde la vinificación se adapta a lo que dicta el fruto de la vid.
El Jura como un lienzo en blanco
L’Octavin es un espejo de la diversidad del Jura, una región que tradicionalmente ha sido hogar de vinos complejos y longevos, pero que en las manos de Alice se convierte en un campo de experimentación sin límites. Sus vinos pueden ser monovarietales o ensamblajes intuitivos, pero siempre transmiten la esencia de los suelos jurassianos. Chardonnay, Savagnin, Trousseau, Poulsard y Pinot Noir conviven en su repertorio, a veces en interpretaciones clásicas, otras en formas radicalmente libres y vibrantes.
La fermentación espontánea con levaduras autóctonas es la regla, al igual que la crianza sin intervenciones en acero inoxidable, barricas usadas o incluso ánforas. No hay filtraciones ni clarificaciones. La evolución de cada vino es un acto de paciencia y confianza en la naturaleza. El resultado son vinos eléctricos, vivos, con una energía cruda que desafía cualquier convencionalismo.
El arte de lo impredecible
Uno de los aspectos más fascinantes de L'Octavin es su capacidad de sorprender en cada añada. Alice no busca reproducir un mismo perfil año tras año, sino que abraza la variabilidad como parte de la magia del vino natural. Sus etiquetas coloridas y lúdicas, muchas de ellas inspiradas en la literatura y la música, reflejan este espíritu despreocupado y festivo. " Pamina ", " Commendatore " y " Dorabella " son algunas de sus creaciones icónicas, cada una con una personalidad tan marcada como su historia.
Su enfoque le ha valido la admiración de los entusiastas del vino natural en todo el mundo. Sus vinos han trascendido el Jura y se han convertido en referentes de una nueva era, donde el vino es una experiencia sensorial y emocional, más allá de la simple degustación.
Una revolución líquida
L’Octavin encarna la esencia del movimiento natural: vinos que vibran con energía propia, que cuentan historias honestas y que desafían la homogeneidad del mercado. En cada botella hay un pedazo de Jura, pero también un pedazo del alma de Alice Bouvot: su pasión por la naturaleza, su amor por la música y su creencia inquebrantable en la libertad de expresión.
Para quienes buscan emociones genuinas en el vino, L’Octavin es más que una bodega; es una experiencia, un manifiesto y, sobre todo, un viaje hacia lo inesperado.