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Comprar Vino de Pedro Méndez
La bodega Pedro Méndez, situada en el Val do Salnés, Galicia, es una de las voces más personales del vino atlántico español. Sin grandes inversiones ni herencias familiares, su proyecto nace desde la viña, desde la tierra húmeda y salina, y desde una lectura precisa del paisaje. Su trabajo es contenido, reflexivo. Y, sobre todo, silencioso: son los vinos los que hablan.
Parcelas pequeñas, decisiones grandes
Pedro Méndez trabaja con microparcelas, unidades mínimas de cultivo que trata como organismos independientes. Cada parcela tiene su ritmo, su maduración, su historia. Algunas están plantadas en laderas orientadas al noreste, otras en zonas más bajas, expuestas a la bruma marina. Su metodología se basa en la mínima intervención y una vinificación parcelaria para cada origen. No hay recetas, solo decisiones ajustadas a la realidad de cada cosecha.
En la bodega, cero maquillaje
En bodega evita cualquier maquillaje técnico. No emplea madera nueva, descarta los aditivos enológicos y apuesta por levaduras autóctonas. Utiliza depósitos neutros —acero inoxidable, ánforas, barricas viejas— como meros vehículos de fermentación. Su objetivo no es crear vinos que impresionen por exuberancia, sino que transmitan una lectura pura del suelo, del clima y del año.
Lo que pasa en la viña, se queda en la copa
Pedro Méndez rara vez aparece en los medios. En una entrevista informal, comentó: "Puedes pasarte todo el año cuidando el viñedo con precisión, y en 15 minutos tomar una decisión que lo cambie todo". En otra ocasión, una tormenta lo obligó a vendimiar una parcela entera en solo tres horas. Ese mosto fermentó sin control de temperatura y se convirtió en uno de sus vinos más estructurados.
Una D.O. que no necesita etiquetas
Aunque muchos productores del entorno elaboran bajo la D.O. Rías Baixas, Pedro Méndez ha optado por trabajar al margen de ella. No por rebeldía, sino por coherencia. Sus vinos no se ajustan al molde normativo, ni buscan validación oficial. Prefiere que hablen por sí solos, sin etiquetas reguladoras. No destaca si un vino es sobre lías, si es crianza o si tiene paso por barrica. Para él, el lenguaje del vino debe estar vinculado al viñedo, no a la normativa. Cada etiqueta es un pequeño ensayo sobre el lugar y el tiempo.
Cuando menos es más
Su forma de trabajar ha comenzado a atraer a sumilleres, tiendas especializadas y distribuidores de vino que buscan productos con relato propio. Su producción limitada empieza a destacar en circuitos donde lo singular tiene más valor que lo reconocible. Pedro no busca expansión. Le interesa la profundidad, no la amplitud.
Contra la corriente del Albariño comercial
En un panorama saturado de Albariños con frescura fácil y aromas tropicales, Pedro Méndez propone un regreso a lo esencial: pureza, origen y personalidad sin concesiones. Cree que la identidad se construye desde la diferencia. Desde lo concreto. Desde lo mínimo.
--Comprar Vino de Pedro Méndez
La bodega Pedro Méndez, situada en el Val do Salnés, Galicia, es una de las voces más personales del vino atlántico español. Sin grandes inversiones ni herencias familiares, su proyecto nace desde la viña, desde la tierra húmeda y salina, y desde una lectura precisa del paisaje. Su trabajo es contenido, reflexivo. Y, sobre todo, silencioso: son los vinos los que hablan.
Parcelas pequeñas, decisiones grandes
Pedro Méndez trabaja con microparcelas, unidades mínimas de cultivo que trata como organismos independientes. Cada parcela tiene su ritmo, su maduración, su historia. Algunas están plantadas en laderas orientadas al noreste, otras en zonas más bajas, expuestas a la bruma marina. Su metodología se basa en la mínima intervención y una vinificación parcelaria para cada origen. No hay recetas, solo decisiones ajustadas a la realidad de cada cosecha.
En la bodega, cero maquillaje
En bodega evita cualquier maquillaje técnico. No emplea madera nueva, descarta los aditivos enológicos y apuesta por levaduras autóctonas. Utiliza depósitos neutros —acero inoxidable, ánforas, barricas viejas— como meros vehículos de fermentación. Su objetivo no es crear vinos que impresionen por exuberancia, sino que transmitan una lectura pura del suelo, del clima y del año.
Lo que pasa en la viña, se queda en la copa
Pedro Méndez rara vez aparece en los medios. En una entrevista informal, comentó: "Puedes pasarte todo el año cuidando el viñedo con precisión, y en 15 minutos tomar una decisión que lo cambie todo". En otra ocasión, una tormenta lo obligó a vendimiar una parcela entera en solo tres horas. Ese mosto fermentó sin control de temperatura y se convirtió en uno de sus vinos más estructurados.
Una D.O. que no necesita etiquetas
Aunque muchos productores del entorno elaboran bajo la D.O. Rías Baixas, Pedro Méndez ha optado por trabajar al margen de ella. No por rebeldía, sino por coherencia. Sus vinos no se ajustan al molde normativo, ni buscan validación oficial. Prefiere que hablen por sí solos, sin etiquetas reguladoras. No destaca si un vino es sobre lías, si es crianza o si tiene paso por barrica. Para él, el lenguaje del vino debe estar vinculado al viñedo, no a la normativa. Cada etiqueta es un pequeño ensayo sobre el lugar y el tiempo.
Cuando menos es más
Su forma de trabajar ha comenzado a atraer a sumilleres, tiendas especializadas y distribuidores de vino que buscan productos con relato propio. Su producción limitada empieza a destacar en circuitos donde lo singular tiene más valor que lo reconocible. Pedro no busca expansión. Le interesa la profundidad, no la amplitud.
Contra la corriente del Albariño comercial
En un panorama saturado de Albariños con frescura fácil y aromas tropicales, Pedro Méndez propone un regreso a lo esencial: pureza, origen y personalidad sin concesiones. Cree que la identidad se construye desde la diferencia. Desde lo concreto. Desde lo mínimo.
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