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Comprar Vino de Cuentaviñas
Cuentaviñas surge en 2018, cuando Eduardo Eguren, quinta generación de la prestigiosa familia Eguren (Sierra Cantabria, Teso la Monja...), decide emprender un camino propio tras heredar tres parcelas excepcionales de su abuelo materno. El nombre mismo es un gesto cargado de significado: un juego de palabras con “cuentacuentos” trasladado al viñedo: "vineyard-teller". Cada vino es una historia, cada parcela, un relato.
Era más fácil seguir en el confort familiar, pero Eduardo, armado con estudios enológicos, experiencia enArtadiy California, y una pasión desbordante, apostó por un proyecto propio e íntimo. Carlota, su pareja y compañera de ruta, comparte esa visión: cultivar con alma, vinificar con precisión.
El lugar: San Vicente y el alma de Peciña
San Vicente de la Sonsierra es el corazón emocional del proyecto. Allí, en la aldea casi deshabitada de Peciña, donde su abuelo materno era conocido como "el peciñero", Eduardo encuentra su refugio y laboratorio. Lagares antiguos, calados de piedra y una quietud milenaria enmarcan esta historia. Cada rincón evoca raíces y legado. Cuentaviñas no nace de una bodega, sino del deseo de entender cada suelo, de escuchar lo que las vides quieren contar.
Las parcelas: joyas que hablan
Eduardo trabaja parcelas singulares en la Sonsierra y en las laderas frescas de la Sierra de la Demanda, donde conviven viñedos viejos —muchos plantados entre 1966 y 1972— sobre suelos coluviales, aluviales y yesosos que aportan una identidad mineral inconfundible. Cada viñedo posee su alma propia: desde la exposición norte de Septeno – La Canoca, con suelos calizos que imprimen tensión, hasta la profundidad arcillosa y ferruginosa de las centenarias Garnachas de Cordovín, pasando por la elegancia pedregosa de Arriscado – El Llano, la complejidad co-plantada de Alomado – Viña Ayamud frente al Ebro, o la frescura estructural de los bloques calcáreos en Los Yelsones. Estos parajes no se interpretan desde fórmulas repetidas, sino que se vinifican por separado con una única obsesión: escuchar la voz de cada suelo, de cada planta, y trasladarla intacta a la copa con pureza, equilibrio y verdad.
Filosofía de cultivo y elaboración
"Cultivar, no solo vinificar" es su lema. Eduardo huye de etiquetas como biodinámico o ecológico; no cree en dogmas, sino en la observación, el respeto por el ciclo natural y el trabajo con cubiertas vegetales y equilibrio natural.
La vinificación se hace en un antiguo trujal del siglo XVIII en Peciña. El frío natural de los calados y el uso prudente de madera permiten vinos limpios, expresivos, con alma. El trabajo manual lo abarca todo: poda, suelo, crianza. No hay lugar para el artificio.
El vino: producciones límites, esencia pura
Desde su primera cosecha de apenas 4.900 botellas, Cuentaviñas ha mantenido una producción muy limitada. Su gama incluye etiquetas como Alomado, Arriscado, El Tiznado, Los Yelsones, Garnacha CDVIN y Septeno. Cada vino es una historia embotellada, una parcelaria que narra su origen.
La expresión es nítida: fruta limpia, frescor natural, estructura firme pero elegante. Rioja, sí, pero desde una mirada contemporánea y honesta.
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44,92₣
42,67₣/ud (-5%)
Parker94 -
45,48₣
43,21₣/ud (-5%)
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45,48₣
43,21₣/ud (-5%)
Parker94 -
152,71₣
145,08₣/ud (-5%)
Parker95
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156,67₣
148,84₣/ud (-5%)
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159,97₣
151,97₣/ud (-5%)
Parker96
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Comprar Vino de Cuentaviñas
Cuentaviñas surge en 2018, cuando Eduardo Eguren, quinta generación de la prestigiosa familia Eguren (Sierra Cantabria, Teso la Monja...), decide emprender un camino propio tras heredar tres parcelas excepcionales de su abuelo materno. El nombre mismo es un gesto cargado de significado: un juego de palabras con “cuentacuentos” trasladado al viñedo: "vineyard-teller". Cada vino es una historia, cada parcela, un relato.
Era más fácil seguir en el confort familiar, pero Eduardo, armado con estudios enológicos, experiencia enArtadiy California, y una pasión desbordante, apostó por un proyecto propio e íntimo. Carlota, su pareja y compañera de ruta, comparte esa visión: cultivar con alma, vinificar con precisión.
El lugar: San Vicente y el alma de Peciña
San Vicente de la Sonsierra es el corazón emocional del proyecto. Allí, en la aldea casi deshabitada de Peciña, donde su abuelo materno era conocido como "el peciñero", Eduardo encuentra su refugio y laboratorio. Lagares antiguos, calados de piedra y una quietud milenaria enmarcan esta historia. Cada rincón evoca raíces y legado. Cuentaviñas no nace de una bodega, sino del deseo de entender cada suelo, de escuchar lo que las vides quieren contar.
Las parcelas: joyas que hablan
Eduardo trabaja parcelas singulares en la Sonsierra y en las laderas frescas de la Sierra de la Demanda, donde conviven viñedos viejos —muchos plantados entre 1966 y 1972— sobre suelos coluviales, aluviales y yesosos que aportan una identidad mineral inconfundible. Cada viñedo posee su alma propia: desde la exposición norte de Septeno – La Canoca, con suelos calizos que imprimen tensión, hasta la profundidad arcillosa y ferruginosa de las centenarias Garnachas de Cordovín, pasando por la elegancia pedregosa de Arriscado – El Llano, la complejidad co-plantada de Alomado – Viña Ayamud frente al Ebro, o la frescura estructural de los bloques calcáreos en Los Yelsones. Estos parajes no se interpretan desde fórmulas repetidas, sino que se vinifican por separado con una única obsesión: escuchar la voz de cada suelo, de cada planta, y trasladarla intacta a la copa con pureza, equilibrio y verdad.
Filosofía de cultivo y elaboración
"Cultivar, no solo vinificar" es su lema. Eduardo huye de etiquetas como biodinámico o ecológico; no cree en dogmas, sino en la observación, el respeto por el ciclo natural y el trabajo con cubiertas vegetales y equilibrio natural.
La vinificación se hace en un antiguo trujal del siglo XVIII en Peciña. El frío natural de los calados y el uso prudente de madera permiten vinos limpios, expresivos, con alma. El trabajo manual lo abarca todo: poda, suelo, crianza. No hay lugar para el artificio.
El vino: producciones límites, esencia pura
Desde su primera cosecha de apenas 4.900 botellas, Cuentaviñas ha mantenido una producción muy limitada. Su gama incluye etiquetas como Alomado, Arriscado, El Tiznado, Los Yelsones, Garnacha CDVIN y Septeno. Cada vino es una historia embotellada, una parcelaria que narra su origen.
La expresión es nítida: fruta limpia, frescor natural, estructura firme pero elegante. Rioja, sí, pero desde una mirada contemporánea y honesta.