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Comprar Vino de Bodegas y Viñedos Balbaina
En las entrañas del tradicional barrio santiaguero de Jerez, en la Calle San Francisco Javier, germinó esta historia entre soleras y raíces ancestrales. Peter Sisseck, el danés ya célebre por sus vinos como Pingus, sintió el llamado del fino como el gran blanco español, y encontró en su amigo jerezano Carlos del Río González-Gordon —con raíces profundas en la familia González‑Gordon— al compañero ideal para llevarlo a cabo. En 2017 compraron una bodega que durante décadas fue almacenista —creada por Ángel Zamorano en 1974— y una solera histórica del Fino Camborio, dispuesta a transformar su legado. Ese fue el punto de partida de lo que hoy conocemos como Bodegas San Francisco Javier.
Fue un acto casi de amor: rescatar esa solera, insuflarle nueva vida con viñas propias de pagos emblemáticos, todo mientras se mantenía el espíritu original. En Balbaína Alta (8 ha) y Macharnudo (2 ha) comenzaron a cultivar Palomino Fino de viñas viejas, ya bajo agricultura ecológica (con conversión biodinámica en curso). Nacía Bodegas San Francisco Javier: un tributo al terruño, a la crianza biológica y a la exquisitez silenciosa de un fino de viña.
Así hacemos el vino: del pago a la botella, sin atajos
Todo arranca en la viña: las uvas se cosechan y seleccionan con mimo, muchas veces en viñedos entrenados al sistema tradicional “vara y pulgar”. Los mostos se vinifican por separado según su procedencia —Balbaína o Macharnudo— y se destinan a soleras independientes, con el objetivo de expresar con claridad el carácter del pago. La fermentación se lleva a cabo con mínima intervención: escasa sulfitación inicial, levaduras autóctonas, y una selección rigurosa del vino “de rocío” (sobretablas), descartando los vinos de prensa.
Las sacas (extracciones) se hacen con precisión —entre un 6 y 7 % anual— para mantener el equilibrio en la solera y fomentar una flor viva, fresca e intensa. Las crianzas alcanzan de media los 8 años, permitiendo mostrar una complejidad superior sin perder frescura. El embotellado se realiza en botellas tipo borgoña, con cierre de corcho natural, marcando distancia con el estilo más estandarizado del Marco.
Lo que buscamos: finos que hablen claro y sepan a suelo
Bodegas San Francisco Javier nace del deseo de devolver al fino su categoría como gran vino blanco, de origen, identidad y precisión. Lejos de elaboraciones industriales o fortificadas al estilo tradicional, este proyecto busca revelar la expresión de cada viñedo y cada pago, entendiendo la crianza biológica no como una técnica, sino como una herramienta de transparencia.
A través de un enfoque casi borgoñés, donde cada parcela se vinifica y cría por separado, y donde las decisiones se toman con el viñedo como protagonista, San Francisco Javier representa una nueva visión del Jerez de pago. Un camino donde el suelo, la orientación, la edad de las cepas y el trabajo respetuoso en campo determinan el carácter del vino, más allá de las escalas y los envejecimientos prolongados.
Es un proyecto para quienes buscan finos de terruño, sin maquillajes, con estructura, tensión, y ese nervio salino que sólo el Marco de Jerez, bien interpretado, puede ofrecer. Una apuesta audaz, precisa y profundamente emocional por el Jerez del siglo XXI.
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Comprar Vino de Bodegas y Viñedos Balbaina
En las entrañas del tradicional barrio santiaguero de Jerez, en la Calle San Francisco Javier, germinó esta historia entre soleras y raíces ancestrales. Peter Sisseck, el danés ya célebre por sus vinos como Pingus, sintió el llamado del fino como el gran blanco español, y encontró en su amigo jerezano Carlos del Río González-Gordon —con raíces profundas en la familia González‑Gordon— al compañero ideal para llevarlo a cabo. En 2017 compraron una bodega que durante décadas fue almacenista —creada por Ángel Zamorano en 1974— y una solera histórica del Fino Camborio, dispuesta a transformar su legado. Ese fue el punto de partida de lo que hoy conocemos como Bodegas San Francisco Javier.
Fue un acto casi de amor: rescatar esa solera, insuflarle nueva vida con viñas propias de pagos emblemáticos, todo mientras se mantenía el espíritu original. En Balbaína Alta (8 ha) y Macharnudo (2 ha) comenzaron a cultivar Palomino Fino de viñas viejas, ya bajo agricultura ecológica (con conversión biodinámica en curso). Nacía Bodegas San Francisco Javier: un tributo al terruño, a la crianza biológica y a la exquisitez silenciosa de un fino de viña.
Así hacemos el vino: del pago a la botella, sin atajos
Todo arranca en la viña: las uvas se cosechan y seleccionan con mimo, muchas veces en viñedos entrenados al sistema tradicional “vara y pulgar”. Los mostos se vinifican por separado según su procedencia —Balbaína o Macharnudo— y se destinan a soleras independientes, con el objetivo de expresar con claridad el carácter del pago. La fermentación se lleva a cabo con mínima intervención: escasa sulfitación inicial, levaduras autóctonas, y una selección rigurosa del vino “de rocío” (sobretablas), descartando los vinos de prensa.
Las sacas (extracciones) se hacen con precisión —entre un 6 y 7 % anual— para mantener el equilibrio en la solera y fomentar una flor viva, fresca e intensa. Las crianzas alcanzan de media los 8 años, permitiendo mostrar una complejidad superior sin perder frescura. El embotellado se realiza en botellas tipo borgoña, con cierre de corcho natural, marcando distancia con el estilo más estandarizado del Marco.
Lo que buscamos: finos que hablen claro y sepan a suelo
Bodegas San Francisco Javier nace del deseo de devolver al fino su categoría como gran vino blanco, de origen, identidad y precisión. Lejos de elaboraciones industriales o fortificadas al estilo tradicional, este proyecto busca revelar la expresión de cada viñedo y cada pago, entendiendo la crianza biológica no como una técnica, sino como una herramienta de transparencia.
A través de un enfoque casi borgoñés, donde cada parcela se vinifica y cría por separado, y donde las decisiones se toman con el viñedo como protagonista, San Francisco Javier representa una nueva visión del Jerez de pago. Un camino donde el suelo, la orientación, la edad de las cepas y el trabajo respetuoso en campo determinan el carácter del vino, más allá de las escalas y los envejecimientos prolongados.
Es un proyecto para quienes buscan finos de terruño, sin maquillajes, con estructura, tensión, y ese nervio salino que sólo el Marco de Jerez, bien interpretado, puede ofrecer. Una apuesta audaz, precisa y profundamente emocional por el Jerez del siglo XXI.
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